Durante largos viajes por carretera, y en una época que no existían ni los móviles ni las tabletas, era un gran reto entretenerse a lo largo del camino. Mi madre, por ejemplo, solía ocupar el tiempo del trayecto mirando las matrículas de los coches, con el objetivo de ver si era posible llegar a contabilizar todas las provincias españolas. Al finalizar el trayecto siempre nos informaba si había logrado su objetivo o bien le había faltado alguna.
Uno de mis entretenimientos desde la ventana del coche era mirar si los ríos llevaban agua y cuál era su amplitud
En mi caso, solía ocupar el tiempo durmiendo y hacer volar mi imaginación, siempre con la mirada puesta en lo que veía a través de la ventana. Me encantaba volar entre las nubes con formas de animales o pasear a través de los verdes y frondosos bosques que observaba desde la lejanía. Otra de mis aficiones, cuando veía un cartel informando del paso de un río o torrente, era ver si llevaba mucha agua y cuál era su amplitud. Parecía que mi relación con el agua ya estaba escrita, con caminos que hasta la fecha han sido paralelos.
Un gran mar de color azul turquesa
Además de largos viajes en coche también tuve la suerte durante mi infancia de viajar en avión a muchos confines de nuestro planeta. A través de sus ventanas y a varios miles de metros de altura he podido ver terroríficas tormentas eléctricas, largas alfombras sin final de nubes o largas extensiones de hielo en el mar. Sin embargo, una imagen que jamás olvidaré es el color azul turquesa del lago Nasser, a vista de pájaro, en el sur de Egipto, en las inmediaciones del templo de Abu Simbel.
A vista de pájaro, el lago Nasser ofrece un bello contraste con sus aguas azul turquesa y el amarillo de la arena del desierto
Este lago, formado de manera artificial con la construcción de la gran presa de Asuán (que este año cumple 50 años), se muestra majestuoso desde la ventana del avión, combinando sus aguas con el desierto, tejiendo una combinación perfecta entre el azul y el amarillo, bañado por el cálido sol. Durante el vuelo no pude apartar la vista de la ventana de esta hipnótica imagen, del lago ubicado en el río más largo del mundo y que ha sido el artífice del desarrollo de uno de los grandes imperios del mundo antiguo.

El agua sacia nuestra sed, nos quita el calor y nos permite llevar a cabo muchas actividades. También es un recurso que alimenta nuestra alma y da forma a nuestros recuerdos. Por esta razón, debemos cuidar el agua y hacer posible que imágenes como las que describo en este post las podamos disfrutar ahora y siempre.