El punto de partida de este artículo fue el editorial que Alejandro Maceira firmaba en el número de septiembre de 2014 de la revista “iAgua Magazine” (Ed. iAgua Conocimiento S.L.) titulado “España ¿Atrapada en su pasado?”. No podía ser un título más acertado.
Creo sinceramente que España vive realmente atrapada en su pasado y esta crisis lo único que está haciendo es ponernos ante la realidad, nos ha puesto frente al espejo. Y la visión que nos devuelve es dura, no porque sea insuperable (en mi opinión, no lo es en absoluto) sino porque nos muestra lo que somos realmente, no lo que creímos ser en algún momento. No estuvimos jamás en la “Champions” de nada, aun cuando nos lo quisimos creer. No, este artículo no va de auto-fustigación ni de pasar cuentas con nadie; va de reflexión.
España ha superado con éxito dos grandes escalones en la escalera hacia el desarrollo: el primero fue La Transición (1975 muerte de Franco-1982 PSOE gana las elecciones). El segundo fue la entrada en la Unión Europea (1985). No voy aquí a valorar o analizar ninguno de estos dos momentos, pero sí haré hincapié en algo que es común en las dos situaciones históricas: en ambas nos esforzamos en sacar lo mejor del país. Simplemente, trabajamos duro para conseguir ambos objetivos. Se hicieron cosas equivocadas, se podía haber hecho mejor, etc., pero unimos esfuerzos y se consiguió el objetivo.
En el mundo del agua, el futuro se escribe, sí o sí, mediante el I+D
¿Y qué pasó luego? Que nos acomodamos y nos dejamos llevar por la inercia. Y sí, se han conseguido muchísimas cosas, mucho ha cambiado España desde el año 1985, pero nos olvidamos de terminar el trabajo que habíamos iniciado en la Transición. Nos pareció que con lo que se hizo entonces ya “iríamos tirando” y decidimos que entrar en la UE era el objetivo final. Y no entendimos que esta entrada era el punto de partida para ser un país de peso en la Unión Europea. Tenemos la demografía, el personal cualificado y el potencial económico para serlo pero hemos decidido conformarnos con no serlo. Es lo que tiene la inercia: uno cree que como que aparentemente todo va bien (teníamos una ocupación “plena”, todo el mundo tenía uno o dos coches, piso en propiedad…) pues misión cumplida, ¿no? Y es ese el problema: esto no va de “cumplir” sino de marcarse un objetivo e ir a por él. ¿Y si lo hicimos no una sino dos veces porque no ir a por la tercera? ¿Qué nos lo impide? ¿La crisis? La crisis es la excusa para continuar conformándose en seguir como hasta ahora.
La crisis está descubriendo qué países eran sólidos y qué países eran un castillo de naipes. Indudablemente, la crisis está golpeando durísimo a los españoles: somos muchos los que nos quedamos sin empleo, muchos los que nos hemos tenido que reinventar, muchos los que hemos tenido que emigrar, por no hablar del drama de los desahucios o de la pobreza energética o de la pobreza “a secas” que hemos visto repuntar cuando lo creíamos un tema del pasado. España puede hacer mucho más, pero para hacerlo hay que proponérselo; hay que decidir hacia dónde queremos ir, qué país queremos ser y luego plantear la estrategia a seguir. La gestión hídrica del país se incluye en esta filosofía.
El número de Septiembre de iagua aborda los temas del I+D y de la gestión y nos presenta unos interesantes debates al respecto (si no la ha leído aún, busque el momento, vale la pena).
En el mundo del agua, el futuro se escribe, sí o sí, mediante el I+D (como en muchos otros ámbitos, por cierto). La GESTIÓN es el otro gran puntal (las mayúsculas no son casuales). Una gestión basada en una visión global a largo plazo, basada en conceptos técnicos y que habrá que decidir en qué proporción pública-privada queremos. Para ello necesitamos una administración pública, unos gestores públicos, que no se dejen arrastrar por partidismos, responsables y con visión de país a largo plazo. E invertir en investigación base para poder luego hacer el I+D y la gestión que el país necesita, de un modo constante, continuado y programado según las necesidades del país. Eso implica partidas presupuestarias a largo plazo sí o sí.
La buena noticia es que tenemos ya el personal cualificado necesario para ello. Ahora sólo nos falta la voluntad política real englobada en un proyecto de país a largo plazo, que no cambie en cada legislatura.
El mundo del agua es un ejemplo magnífico del estado en el que estamos: grandes retos por delante pero posibilidades reales de superarlos y salir reforzados, como de la crisis misma.