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Cuidar la salud menstrual para garantizar que las niñas se quedan en la escuela

Un grupo de mujeres atendiendo a una charla de sensibilización sobre salud e higiene menstrual.

«No te bañes en el río», «No toques la leche», «¡Cuidado al cocinar, ojo con correr!». Son algunas de las recomendaciones que las niñas escuchan desde que tienen su primera regla, y que responden a los mitos y creencias que aún existen sobre la menstruación. Un tema todavía tabú en algunas zonas, que se traduce, en muchas ocasiones, en niñas que dejan de asistir a la escuela, ya sea porque tener la regla se considera algo «sucio», porque piensan que se van a burlar de ellas, o porque se sienten incómodas al no contar con un lugar para cambiarse.

La regla es, por tanto, un asunto personal que se convierte en social cuando no se dispone de un baño equipado y un entorno adecuado, especialmente en los centros escolares, pero también en el entorno laboral o en los espacios públicos y en el día a día de colectivos como las personas sin hogar o quienes trabajan en la calle. Para visibilizar esta realidad, que sucede cada mes a un cuarto de la población mundial (aproximadamente el 52% de la población femenina está en edad reproductiva), Naciones Unidas estableció el 28 de mayo como el Día Internacional de la Higiene Menstrual.

Con esta efeméride se pretende destacar la multiplicidad de factores implicados en el tema: desde el acceso al agua y al saneamiento, pasando por las instalaciones para desechar o lavar y secar los materiales utilizados; los precios de los productos menstruales, el conocimiento sobre lo que sucede durante esos días y la participación de las mujeres en la toma de decisiones sobre todos estos aspectos. Aspectos entre los que destacan de los centros escolares, pues son el lugar donde más tiempo pasan las niñas después de sus hogares, en el que socializan y en el que se gesta su futuro.

La regla es un asunto personal que se convierte en social cuando no se dispone de un baño equipado y un entorno adecuado

Precisamente, de la importancia de las escuelas para la salud menstrual saben mucho en el departamento de Sololá, en Guatemala, donde se ha trabajado este aspecto con apoyo del programa Ruk'u'x Ya' — ‘Corazón de agua’, en lengua local. La iniciativa tenía como objetivo reducir la incidencia de enfermedades diarreicas mediante la mejora de los sistemas de agua y saneamiento comunitarios y municipales, pero, al mismo tiempo, ha trabajado intensamente para incorporar la gestión menstrual en los centros educativos, alineándose además con la Estrategia nacional de Escuelas Saludables del país. El programa, realizado entre 2020 y 2024, ha contado con una donación de seis millones de euros del Fondo de Cooperación para Agua y Saneamiento (FCAS) de la Cooperación Española y, entre otras cosas, ha beneficiado a más de 24.000 personas y ha mejorado las instalaciones de agua y saneamiento en ochenta escuelas del departamento.

El programa ha realizado un trabajo de seguimiento a los centros escolares, pues la puesta en práctica no siempre es sencilla

En estas escuelas se ha abordado de forma integral la gestión de la higiene menstrual para las niñas gracias a que el enfoque de equidad de género estuvo presente desde el principio, tal y como explica Diana Ventura, técnica de salud e higiene del programa y trabajadora de Acción contra el Hambre Guatemala, la organización que ha liderado la implementación del proyecto, con el apoyo de Helvetas: «Los diseños contaron con la participación de una ingeniera y se estableció que todos los aseos debían contener al menos un lavamanos, jabón y una papelera con tapadera», explica Ventura. Pequeños detalles que, sin embargo, se rebelan como fundamentales a la hora de asegurar que las niñas puedan disfrutar de una correcta gestión menstrual y que habitualmente no son tenidos en consideración.

Además, el programa ha realizado un trabajo de seguimiento a los centros escolares, pues la puesta en práctica no siempre es sencilla. «Al principio, solo tres escuelas estaban utilizando bien estos nuevos espacios; en el resto hubo que ir corrigiendo», recuerda Ventura. Para ello, ha sido clave acompañar el proceso de forma integral, con intervenciones dirigidas tanto al profesorado como a los directores y directoras y, por supuesto, a las propias familias. Un proceso de sensibilización que incorporó anuncios en la radio, vídeos y el uso de metodologías lúdicas, entre otras herramientas.

Otro aspecto fundamental fue la implicación de los chicos para fomentar la empatía y superar los prejuicios. Se trabajó por separado con niños y niñas, organizando luego algunas sesiones colectivas. Esto permitió escuchar y resolver las dudas de ambos, «porque ellos también tienen preguntas y mitos que romper», señala Lina María Morales, responsable de género en Acción contra el Hambre para Centroamérica.

Por otro lado, se involucró también al profesorado, esencial para asegurar que las enseñanzas perduren y sean aplicables a los futuros alumnos y alumnas. Para ello, fue clave identificar bien a los docentes: «Aquellos que conectan bien con el alumnado y que están abiertos a trabajar con estos temas», señala Morales. Estas profesoras, mujeres en su mayor parte, recibieron formación específica y se convirtieron en el referente y enlace con el programa.

Por último, la higiene menstrual se llevó también a la conversación pública utilizando diversas fórmulas de sensibilización. Una de ellas fue a través de las ondas, con un spot emitido en idiomas locales y en castellano, que terminaba así: «La higiene es salud. Un adecuado saneamiento en la higiene menstrual evita que las niñas se ausenten o dejen la escuela, y así tengan confianza y seguridad para una vida plena».  

Después de sus hogares, los centros escolares son el lugar donde más tiempo pasan las niñas, donde socializan y se gesta su futuro

Adaptarse a cada realidad

Se estima que cerca de quinientos millones de personas carecen de acceso a productos menstruales y espacios adecuados para el manejo de su higiene menstrual. Es una realidad muy extendida que ha de abordarse siempre a partir del conocimiento y la experiencia de las propias poblaciones. Así, por ejemplo, Acción contra el Hambre en Centroamérica ha puesto en marcha otras experiencias, como en Honduras, para ver la aceptación que tendría el uso de bragas menstruales entre las comunidades. Se pensaba que podía existir un cierto rechazo, pero la realidad resultó ser la contraria, ya que estas bragas menstruales se asemejaban mucho al método tradicional que las comunidades miskitas habían utilizado históricamente, y que consistía básicamente en tela de algodón. Al ver la acogida, comenzó la entrega de «kits higiénicos», compuestos de un juego de seis toallas sanitarias reutilizables, un pequeño balde para lavarlas y una bolsita para guardarlas. Esto resultó, además, especialmente interesante porque a largo plazo no genera gastos, sobre todo en familias extensas.

Se estima que cerca de quinientos millones de personas carecen de acceso a productos menstruales y espacios adecuados para el manejo

También se trabajó teniendo en cuenta e incorporando la cosmovisión indígena: para combatir los dolores o el malestar asociado a la menstruación, se optó por repartir productos culturalmente apropiados como té de manzanilla, tradicionalmente utilizado por las mujeres de la zona, en lugar de pastillas u otro tipo de productos. «Cuidar la pertinencia cultural es clave», señala Morales, «si no se entiende y se respeta la cosmovisión indígena, no se consigue absolutamente nada».

En el área de Sololá, de vuelta en Guatemala, en cambio, la realidad resultó ser muy diferente. Tras la realización de un estudio por parte del programa Ruk'u'x Ya', se constató que la mayor parte de las mujeres y chicas utilizaba productos desechables, por lo que se adaptaron a sus preferencias. Sin embargo, una de las acciones del programa fue también trabajar junto a otras instituciones, que donaron materiales artesanales y reutilizables que se entregaron a las chicas en las escuelas.

Entrega de kits con toallas artesanales reutilizables para la higiene menstrual. Foto: Yuliana Sinay.
Entrega de kits con toallas artesanales reutilizables para la higiene menstrual. Foto: Yuliana Sinay.

Precisamente, el uso o no de materiales desechables es otro aspecto importante, relacionado con la gestión de los residuos y su impacto medioambiental. Lo más habitual es que no existan sistemas de recogida y gestión de estos residuos, por lo que terminan en vertederos al aire libre, donde son incinerados, o van a parar directamente, a los ríos y otras corrientes de agua. Los materiales reutilizables permitirían reducir este problema, pero requieren un acceso continuo a agua y, a corto plazo, pueden ser más caros. En cualquier caso, «es clave no estigmatizar a nadie, independiente de los métodos que utilizan», tal y como explica la investigadora del Instituto de Medioambiente de Estocolmo Carla Liera, especializada en temas relacionados con género y gobernanza en el ámbito del agua, la higiene y el saneamiento. «Es importante tener en cuenta la gestión de residuos y proveer las instalaciones y recursos necesarios para que se gestionen de forma segura, sí, pero sin olvidarnos de las posibilidades y preferencias de cada persona», recalca. Es necesario investigar para saber cuáles son los productos que mejor les acomodan y cómo los están utilizando, sin imponer desde fuera. Esta investigación debe ser «cocreada», explica Liera: «Entendiendo a qué responden las preferencias y, a partir de ahí, poner en marcha estrategias junto a las comunidades, siempre con cuidado de no añadir un estigma más sobre las niñas y mujeres».

Tener la regla en medio de una emergencia humanitaria

Otro asunto clave es la gestión de la salud menstrual en los casos de emergencia humanitaria. ¿Qué sucede en los albergues temporales o en los campos de refugiados?, ¿cuentan con lugares para lavarse y tender las toallitas menstruales?, ¿se dispone de materiales desechables e infraestructura para gestionar los residuos?, ¿se consideran de primera necesidad? Tal y como señala Liera, esto es fundamental en un momento en el que el cambio climático está aumentando los fenómenos meteorológicos extremos, provocando numerosos desplazamientos. Las personas que pierden su hogar son acogidas en espacios provisionales en los que, generalmente, no tienen lugar para cambiarse, no disponen de agua limpia y no existe siquiera un espacio donde tirar los residuos menstruales, aspectos que es imprescindible incorporar como elementos de primera necesidad.

La higiene y la salud menstrual son, por tanto, un tema que ha de abordarse desde muy diversos ámbitos y en todas sus aristas. Es, sin duda, un tema de salud sexual y reproductiva, pero guarda también una estrecha relación con el agua y el saneamiento, con la educación y con el medioambiente, y se configura como esencial en los casos de emergencia para garantizar el bienestar, la dignidad y la salud de las mujeres.