Las balas, la pobreza y el desempleo han azotado duramente a muchos sitios en Colombia.
Por ejemplo Apartadó, un municipio de 167.000 habitantes en el noroeste colombiano, fue golpeado durante décadas por el conflicto armado que obligó a buena parte de su población a abandonar la ciudad. Y nada menos que el 60 por ciento de los que eligieron quedarse debieron soportar duras condiciones bajo la línea de pobreza.
Y sin embargo, en medio de las cenizas, ha surgido una joya que tiene rostro de mujer. O más precisamente, han surgido muchas gemas, todas ellas con rostro femenino. Sara Moreno es una de ellas. Como la primera mujer en convertirse en jefa del mayor barrio de Apartadó, muestra una combinación única de vigor, experiencia y un corazón indómito para ayudar a miles de familias a mejorar sus condiciones de vida. “Nosotras las mujeres de Apartadó somos berracas, echadas para adelante,” dice orgullosa utilizando un lenguaje coloquial para enfatizar su determinación. “Jugamos un papel muy importante en todos estos procesos de desarrollo que se hacen en nuestro municipio”.
Los programas de desarrollo a los que se refiere Sara han conseguido hasta ahora desembolsar 3 millones de dólares para ayudar a mejorar la situación de 2.000 personas mediante la construcción de sistemas de agua potable y alcantarillado, pavimentación y la edificación de un comedor comunitario. Asimismo, los programas han apoyado los esfuerzos de los residentes locales por conseguir los títulos de propiedad de sus viviendas.
Mientras que el 30 por ciento de los hogares urbanos de Colombia están encabezados por mujeres, en Apartadó esa cifra casi se duplica hasta alcanzar un 55 por ciento. Este fenómeno ha dado nuevo ímpetu a la creciente necesidad que se observa en toda América Latina de adoptar una perspectiva de género en los programas de desarrollo enfocados a las zonas más pobres de la región.
Diego Arcia, un consultor del Banco Interamericano de Desarrollo—cuyos fondos han financiado el programa de desarrollo de Apartadó—ve grandes posibilidades para el proyecto.
“Esperamos que este tipo de iniciativas sea implementado en todas las regiones del país, básicamente porque es la estrategia para poder atender los problemas habitacionales de las comunidades de más bajos ingresos de Colombia”, sostiene.
Para Sara Moreno, la ecuación es más sencilla que eso. Ella se estableció en Apartadó hace varios años porque las oportunidades de ganarse la vida allí eran comparativamente más ventajosas que las de otros lugares. “La violencia era fuerte”, recuerda. “Pero la gente venía a Apartadó porque había opción de trabajo, había empleabilidad en la finca bananera”. La industria local de la banana y el plátano emplea al 30 por ciento de la población.
“Yo terminé el bachillerato y me fui a trabajar a una finca”, sostiene Sara. Sin capacitación laboral, pensó que el trabajo en la plantación le permitiría ahorrar dinero para poder continuar con sus estudios. El esfuerzo rindió sus frutos: con el tiempo logró graduarse en psicología social comunitaria, lo que allanó el camino para que eventualmente se convirtiera en una líder social. Esas habilidades, sumadas a su determinación innata, fueron las que le han permitido socorrer a su comunidad.