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Entrevista Carlos Mario Gómez, Especialista en Economía del Agua

Sobre la Entidad

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Redacción de iAgua. La web líder en el sector del agua en España y Latinoamérica.
  • Entrevista Carlos Mario Gómez, Especialista Economía Agua
    Carlos Mario Gómez

Carlos Mario Gómez Gómez es profesor de Fundamentos del Análisis Económico de la Universidad de Alcalá e investigador vinculado de IMDEA Agua. Recientemente, la Universidad de Alcalá le otorgó el Premio a la Transferencia de Conocimiento Universidad-Sociedad, por su actividad como Especialista en Economía del Agua.

Pregunta.- En iAgua nos gusta comenzar conociendo un poco más acerca de nuestro entrevistado. ¿Qué nos puedes contar de tu trayectoria profesional? ¿Cómo llegaste al mundo del agua?

Me sorprendió la ausencia de criterios económicos en la gestión del agua en España y en Europa

R.- Podría decir que soy un profesor de teoría económica que poco a poco ha ido centrando su atención en el mundo del agua. Tuve la suerte de llegar a la Universidad de Alcalá en los años 80 como alumno de Doctorado de Diego Azqueta, quien por esa ápoca junto con otras personas, como José Manuel Naredo, pugnaba por sentar las bases de la economía ambiental en nuestro país. Tuve la fortuna de apuntarme a ese tren. Aunque realicé mi tesis sobre economía del desarrollo, hice mi máster en Londres sobre economía agraria y mi postoc sobre economía ambiental en Berkeley, donde también fui profesor visitante a finales de los 90.

Pero el viaje desde la teoría abstracta al mundo real sólo se completó en el 2002 cuando fui invitado a participar en los trabajos de análisis económico para la aplicación de la Directiva Marco en Europa. Durante varios años formé parte del llamado Grupo de Análisis Económico del Ministerio de Medio Ambiente, que coordinaba Josefina Maestu, donde hicimos un trabajo muy minucioso para demostrar la importancia del agua en la economía española y Europea y para introducir criterios de racionalidad económica en su gestión. Mi responsabilidad consistía en coordinar los estudios a través de un convenio entre el Ministerio y nuestro grupo de investigación de la Universidad de Alcalá.

Recuerdo que en esa época me sorprendió mucho la distancia y el recelo mutuo que existía entre los excelentes profesionales de la administración y los brillantes investigadores de la universidad y me pareció que valía la pena intentar enlazar los dos mundos. El reto era hacer escuchar a los economistas y a la universidad en un mundo de ingenieros y eso exigía demostrar la relevancia práctica de nuestro trabajo y nuestra capacidad para entender la valiosa experiencia de la administración española del agua.

Otra cosa que me sorprendió fue la ausencia de criterios económicos en la gestión del agua en España y en Europa. Es cierto que había mucho trabajo técnico y mucho trabajo financiero (tarifas, costes, evaluación de proyectos y todo lo demás), pero el análisis económico brillaba por su ausencia. En ese momento no había prácticamente nada que nos pudiera explicar por ejemplo la importancia del agua para el desarrollo económico, los beneficios de la mejor conservación del recurso, los costes de oportunidad de su deterioro, la importancia de conservar las fuentes de agua para preservar el empleo y los niveles de desarrollo alcanzados hasta el momento. Había muchos números pero poca economía. Así que el agua era la oportunidad y el desafío perfecto para un economista ambiental.

P.- Acabas de recibir un premio por tu trabajo sobre economía del agua. ¿En qué consiste este trabajo? ¿Cuáles son sus principales líneas?

R.- El premio es a una trayectoria que empieza en el grupo de análisis económico del ministerio, donde hicimos el estudio sobre El Agua en la Economía Española y donde desarrollamos las metodologías de análisis económico para la aplicación de la Directiva Marco. Este trabajo tiene continuidad en proyectos europeos de investigación como EPI Water, un trabajo que estamos terminando en este momento sobre el papel de los instrumentos económicos en la gestión del agua en la Unión Europea.

Se trata de un premio a la transferencia de conocimiento a la sociedad y por ello se da mucho valor al trabajo que hacemos conjuntamente entre la universidad y el Instituto IMDEA Agua, como asesores de la Dirección General de Medio Ambiente de la UE en temas de políticas de Agua y también a la formación de Grupos de Innovación como SPADIS, seleccionado recientemente para formar parte del Partenariado Europeo de Innovación EIP Water. También se reconoce el trabajo de apoyo a la Oficina de la década del Agua de Naciones Unidas en la preparación de documentos para la reciente cumbre de Río y para el año de la Cooperación Internacional en Materia de Agua.

Está claro que es un premio injusto porque lo recibe una persona cuando en realidad se trata de un esfuerzo colectivo.

P.- ¿Cuáles son los retos a los que se enfrenta España en esta materia? ¿Qué soluciones propondrías a los problemas en la gestión del agua en España?

El principal reto consiste en reconocer la necesidad de cambiar el modelo de gestión del agua

R.- No es una pregunta fácil. Nos enfrentamos a muchos retos que podemos llamar pequeños, en cada región y en cada uso concreto, y a unos cuantos retos de gran calado. Permítame que me concentre en los segundos.

El principal reto consiste en reconocer la necesidad de cambiar el modelo de gestión del agua. No porque el que tenemos no haya sido exitoso, que sí lo ha sido, sino porque es un modelo agotado. España, con una oferta escasa e impredecible de agua, ofrece el mejor ejemplo de cómo se pueden superar los límites de la naturaleza y poner el agua al servicio de un modelo exitoso de crecimiento económico y de desarrollo territorial. Pero, una vez que se agotan las posibilidades de poner más agua al servicio de la economía, será necesario cambiar de estrategia para proteger lo alcanzado y para seguir progresando por otros caminos. En el pasado el agua venía de las nuevas infraestructuras y, salvo pequeñas excepciones, eso ya no es posible. En una economía madura como la española, que ya ha hecho uso de su potencial de desarrollo hidráulico, el agua para mantener lo conseguido y para seguir avanzando, debe venir del ahorro, del uso eficiente, de la gestión de la demanda, de los recursos alternativos y, en general, de cosas para las que no estamos muy bien preparados y para las que ciertamente no se diseñaron las instituciones que tenemos en este momento.

El segundo gran reto, a mi entender, consiste en recuperar la capacidad para dar una respuesta colectiva a los problemas. Gobernar el agua significa arbitrar conflictos reales o potenciales entre regiones, entre usos, entre la extracción y la conservación del agua, etc. y esos conflictos se hacen más evidentes a medida que aumenta la escasez y disminuye la seguridad hídrica. Cuando esos conflictos no se gestionan o cuando se resuelven en falso, la sociedad va poco a poco perdiendo su capacidad para construir acuerdos y para resolver los problemas mediante la cooperación y el consenso. Mi impresión es que en las últimas décadas hemos perdido la capacidad para tener una visión compartida de los problemas del agua y el pacto, cada vez más necesario, se ha hecho cada vez más difícil.

El tercer gran reto es recuperar la visión estratégica de largo plazo. El agua es esencial para mantener los sectores más robustos de la economía española, como la agroindustria, el turismo y la energía y esos sectores son cada vez más vulnerables a la sequía y al cambio climático debido a la escasez. También en el caso del agua tenemos que aprender a aprovechar los buenos momentos para preparar el terreno para los malos. No es fácil hacer las reformas cuando éstas parecen menos necesarias, pero tenemos que aprender la lección. Los planes de sequía son un buen ejemplo, pero no es suficiente. Hay que hacer mayores esfuerzos para equilibrar la oferta y la demanda de agua y para reconciliar las dos con los recursos renovables de que podemos disponer a largo plazo. España es uno de los pocos países avanzados donde el crecimiento económico todavía no se ha desvinculado claramente del aumento en el uso de agua.

Como último gran reto mencionaría la necesidad de recuperar un papel más activo para los usuarios y para la sociedad civil en la construcción de las soluciones a los problemas. Mi impresión es que el modelo de participación pública consistente en someter a consulta decisiones centralizadas por la administración es insuficiente. Entramos en una época en que el dinero público ya no está disponible en cantidades suficientes para apaciguar los problemas del agua ni para subvencionar sustancialmente los precios del recurso. Por eso la solución pasa por abrir espacios a la cooperación entre usuarios, a los acuerdos voluntarios, a la innovación espontánea, etc. Obviamente la administración debe velar por los intereses colectivos. Pero, si acabáramos con la costumbre de mirar a la administración como único responsable en la solución de los problemas, los usuarios entenderán mejor los problemas, así como sus responsabilidades y oportunidades para resolverlos.

P.- ¿Cuáles son los mecanismos que has identificado para mejorar la gestión del agua en España?

La tecnología y las infraestructuras significan buenas oportunidades pero no son la solución

R.- Creo que disponemos de tecnologías innovadoras y de oportunidades para reducir la escasez, aumentar la seguridad hídrica y mejorar el valor que el agua aporta a la economía. Pero también corremos el riesgo de que las soluciones promovidas por la administración terminen fracasando porque los usuarios sigan utilizando los recursos hídricos por encima de su capacidad (reduciendo los caudales ambientales, por ejemplo). La tecnología y las infraestructuras significan buenas oportunidades pero no son la solución. La solución está en la gestión de esas oportunidades. Por eso creo que cualquier solución pasa por darle un mayor papel a los incentivos económicos.

Una primera medida consiste en revisar los precios del agua. Estos no deben servir sólo como un instrumento financiero para recuperar lo que cuesta llevarle el agua a cada usuario. No se trata de precios más altos sino de mejores precios, que sirvan a los objetivos de gestión del agua.

En sus políticas de precios, la administración lucha por salvar la cara en lo relativo a recuperar costes y no tiene una actitud proactiva que ponga los precios al servicio de los objetivos originales definidos por el propio país.

Un buen sistema de precios puede ayudar a promover el ahorro, por ejemplo, en la agricultura, donde aún no hay manera de recompensar el esfuerzo privado por tener unos regadíos más eficientes.

Los precios también deben servir para el aseguramiento colectivo. Todavía tenemos que decidir si el seguro frente a las sequías venideras está en una capacidad excedente para desalar agua o en una reserva estratégica en los embalses o en los acuíferos –que por cierto en las zonas de mayor escasez cada vez están en peores condiciones-. Pues bien, tendremos que reformar el sistema de precios para resolver el problema de cómo financiar este tipo de seguridad. Sabemos cómo financiar obras hidráulicas pero todavía no sabemos cómo financiar la seguridad colectiva cuando ya no hay posibilidad de hacer más obras y no hay mucho dinero público disponible. Por otro lado, hay que avanzar en el desarrollo de los mercados de agua. Está claro que hay muchas oportunidades de reasignación de agua entre usuarios, usos y regiones. También está claro que esto supondría una mejora sustancial para quienes estén dispuestos a vender y a comprar derechos de agua. Lo que no tenemos muy claro es si los mercados sirven para los objetivos generales de la política de aguas: reducir la escasez, mejorar la seguridad colectiva, proteger los recursos hídricos, y todo lo demás. Todavía no tenemos claro que los mercados no son un instrumento para privatizar el agua si no para mejorar el gobierno de los recursos hídricos, y mientras no tengamos eso claro tampoco sabremos qué hacer para que esos mercados cumplan mejor sus objetivos.

No hay soluciones mágicas. Lo que hay es un inmenso espacio para soluciones innovadoras. Como dijo Einstein: si realmente queremos resultados diferentes no podemos continuar haciendo lo mismo.

P.- ¿Qué país podrías de ejemplo en gestión sostenible del recurso? ¿Por qué?

Hay más beneficios en la colaboración que en la competencia por el agua

R.- No hay un país modelo pero si hay muchas experiencias iluminadoras. Las economías emergentes conocen bien la importancia del agua en el proceso de desarrollo y es muy interesante ver cómo se están adaptando para anticipar los posibles problemas. Corea es un país interesantísimo porque ha sido capaz de centrarse desde muy temprano en la gestión del recurso en lugar de poner el énfasis en aumentar la oferta y el uso del agua a medida que el país crecía a tasas espectaculares.

Los acuerdos internacionales ofrecen también la mejor demostración de lo importante que es la colaboración, mostrando que hay más beneficios en la colaboración que en la competencia por el agua y que esa cooperación, para conservar el recurso y no sólo para repartirse el uso, puede desbloquear el desarrollo de los países o regiones que se apuntan al acuerdo. El caso de Danubio en Europa es un excelente ejemplo, pero a la misma conclusión se puede llegar en la cuenca del Mekong, en el Sava e incluso en el Jordán. Resulta difícil entender por qué razón ese entendimiento no funciona tan bien en lugares más cercanos.

También hay experiencias interesantes de lo que no se debe hacer con los mercados de agua (Chile y Australia en los 80) y de lo que se debe hacer para ponerlos al servicio de objetivos públicos (California y Australia más recientemente), y hay muy buenos ejemplos de sistemas de precios y pagos por servicios ambientales para garantizar la seguridad hídrica como los Bancos de Agua de América Latina o la cuenca del Catskill en Nueva York y en muchos otros lugares. En fin, que no todo está inventado pero hay dónde buscar.

P.- ¿En qué otros proyectos relacionados con el recurso hídrico trabajas, tanto en España como en Europa?

R.- Ahora mismo, desde la UAH y en estrecha colaboración con el equipo de IMDEA coordinado por Gonzalo Delacámara, asesoramos a la Dirección General de Medio Ambiente de la Unión Europea en temas relacionados con la política de aguas. Recientemente terminamos un estudio sobre el agua, el crecimiento económico y la creación de empleo y en los próximos meses nos concentraremos en distintos trabajos de revisión de la Directiva Marco del Agua y de la Directiva de Inundaciones en la línea marcada por la hoja de ruta de la UE (el famoso Blueprint to Safeguard European Waters). Nuestro ámbito es la escasez y la sequía, los instrumentos económicos y las cuencas mediterráneas.

También acabamos de crear un grupo de innovación llamado SPADIS, reconocido por la UE como un Grupo de Acción del EIP, y en el queremos trabajar conjuntamente con los usuarios (Agroseguro, AEAS), las empresas (como Aguas de Valencia y Valoriza Agua) las asociaciones técnicas y científicas (como AEDyR y AERNA) y los centros de investigación (como IMDEA, la Universidad Politécnica de Valencia, el Instituto Técnico de Lisboa y la Universidad de Alcalá). El objetivo del grupo es pensar en sistemas innovadores de precios y de aseguramiento frente a la escasez y la sequía, lo cual pasa por promover la innovación y la utilización efectiva de las tecnologías más avanzadas.

P.- ¿Cuáles han sido las principales dificultades/desafíos a las que te has enfrentado en esta materia?

El agua es el tema del futuro y siempre lo será

R.- Prefiero mencionar los desafíos a las dificultades. Creo que el principal ha sido y sigue siendo conseguir que se entienda que los problemas del agua son problemas económicos y no solamente técnicos, contables o normativos. No se trata simplemente de defender que debe haber más economistas del agua en la administración, que no los hay. También se trata de entender la importancia económica del agua, especialmente en países como España, y sobre todo que la protección ambiental no tiene como objetivo solamente proteger la naturaleza ni cumplir con la UE. Además de ello, también se trata de asegurar el progreso económico, el empleo y las oportunidades de desarrollo local.

La otra dificultad importante consiste en superar todas las barreras que bloquean el diálogo sobre temas de agua. Todavía es muy difícil la colaboración necesaria entre ingenieros, hidrólogos, economistas, ecólogos, etc. pero, cuando se consigue, da resultados muy interesantes y útiles. Pues aún más difícil y necesaria es la colaboración entre sectores, regiones y agentes de la sociedad civil; todavía queda camino por recorrer antes de que una parte se sienta reconocida por la otra y que ambas puedan llegar a una solución de compromiso. Creo que la investigación de calidad e independiente, sin intereses de parte, puede ayudar a superar estas barreras.

P.- Respecto al futuro, ¿qué nuevos proyectos relacionados con el agua se plantean?

R.- Afortunadamente todos los temas que hemos mencionado son temas abiertos. Hay mucho espacio para proponer políticas novedosas, para promover instituciones que se adapten a los nuevos tiempos, para descubrir y poner en práctica nuevas tecnologías. No todo está inventado. Las prioridades cambian y los retos también. Así que el agua es el tema del futuro y siempre lo será. 

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