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5 historias 5 años después de la sequía en Mauritania

  • 5 historias 5 años después sequía Mauritania

Mauritania sufrió en 2012 una sequía como no se recordaba desde hacía décadas. Sus cuatro millones de habitantes acumulan años de una pobreza que alcanza al 31 por ciento de la población y que en zonas rurales se dispara porque los únicos medios de vida dependen del agua.

Brakna, en el suroeste, refleja a la perfección esta realidad. Es una de las cuatro regiones más pobres de Mauritania y está plagada de minúsculos pueblos situados a distancias enormes cuyos vecinos sobreviven vigilando animales ajenos y cultivando todo lo que pueden.

La arquitecta de Loudeye

Fatimetou Bouchama es una superviviente. Aparenta 60 años, aunque su documento de identidad --a menudo poco fiable en Mauritania-- indica que tiene 77. Vive en Loudeye, una aldea en pleno desierto, a unos 100 kilómetros de Kaedi, el núcleo urbano más próximo.

Sentada en una esterilla sobre el suelo de arena, confiesa que cada año cuando llega la época de lluvias teme que esta endeble construcción se desmorone

Fatimetou se ha casado dos veces. Su primer marido murió enfermo. Le recuerda con cariño porque "era un hombre trabajador" que se encargaba de cultivar la tierra y cuidar el ganado, de que sus cuatro hijos tuvieran lo necesario para que ella, cumpliendo con el rol que la sociedad mauritana deja a las mujeres, pudiera dedicarse a los niños y el hogar.

Esos tiempos ya pasaron. Volvió a casarse para no quedarse desamparada y lo hizo con un hombre que le dio otros cuatro hijos pero poco más. "No hace nada", se lamenta y muestra indignada las heridas de las manos que atestiguan el duro trabajo que hace como cabeza de familia.

Ella misma tuvo que construir la casa en la que viven, una choza erigida sobre una hilera de troncos que sujetan una placa metálica. Sentada en una esterilla sobre el suelo de arena, confiesa que cada año cuando llega la época de lluvias teme que esta endeble construcción se desmorone.

Ahora es ella quien trabaja la tierra, se encarga de los animales y tiene que ir todos los días a por agua. Pese a todo, respira aliviada porque su hijo mayor, de unos 20 años, se ha casado con una joven aún distante de la veintena con la que reparte las tareas domésticas. Fatimetou sonríe agradecida a su nuera. Sabe que ha comenzado una nueva etapa.

Madre y lideresa

Bitu Khawari es la 'relae' comunitaria de Hay Mahdra, otro pueblo desértico de Brakna. Su vida cambió cuando Save the Children, que trabaja en la zona desde la gran sequía para prevenir la desnutrición infantil, la eligió para enseñar a sus vecinas cómo proteger a los niños frente a la escasez de agua y comida.

"Me eligieron porque sabía leer y escribir", cuenta y explica que aprendió en un colegio laico al que fue hasta los 10 años, cuando tuvo que abandonar los estudios para "prepararse" para casarse, algo que hizo cinco años después. Además, subraya, siempre se ha llevado muy bien con las mujeres del pueblo, que la escuchan y piden consejo. "Eso es importante", remacha.

Las mujeres, por su rol como garantes del bienestar familiar, son quienes reciben directamente el efectivo y los alimentos y las lecciones para sacar el máximo partido a sus limitados recursos

Le gusta la labor que hace y, a sus 27 años, quiere seguir formándose porque sabe que el futuro de sus cuatro hijos depende solo de ella. Su marido, como es habitual en Brakna, partió a Nouakchott en 2012 para buscar trabajo fuera del ámbito rural y desde entonces solo aparece "de vez en cuando", incluso pasados varios años, y con poco dinero para tantas bocas.

Está convencida de que, igual que en su caso, la educación será fundamental para sus hijos, de entre 2 y 10 años. "Daría todo el oro del mundo" porque estudiaran "lo máximo posible". De momento, los dos pequeños van a la madrasa (escuela coránica) y los otros dos a un colegio normal. "Si pudiera, les llevaría a un colegio privado", afirma.

El consejo de sabios

Los hombres son quienes toman las decisiones en Mauritania y en los pueblos empobrecidos del sur esto tiene --si cabe-- mayor trascendencia, ya que constituyen el consejo de sabios, una alta autoridad formada por líderes sociales y religiosos que se ocupa de elegir a las familias que se beneficiarán de la ayuda entregada por Save the Children.

En la comuna de Maal, el día que se hace el reparto se multiplican los "sabios" porque se juntan los representantes de los nueve barrios en los que quedó dividido el pueblo por disputas entre etnias. Todos quieren hacer oír su voz y en su propio idioma, el poular para unos y el hassanye para otros. La suma es una torre de babel ingobernable.

"Es un honor representar a nuestro pueblo", dice el más anciano, al que todos ceden la palabra porque la jerarquía social impone la veneración a los mayores. Es también una "gran responsabilidad", pues de ellos depende que los problemas de su gente lleguen a autoridades y ONG y reciban la ayuda que necesitan.

"Ha habido muchas mejoras" desde que las organizaciones humanitarias intervinieron en Brakna, destaca. El dinero y la harina enriquecida que les dan para pasar el 'soudure', el periodo en el que ya se han agotado las reservas de agua y comida y todavía no llueve para sembrar, les permiten sobrevivir estos meses.

Las mujeres, por su rol como garantes del bienestar familiar, son quienes reciben directamente el efectivo y los alimentos y las lecciones para sacar el máximo partido a sus limitados recursos. Esto les da un poder inusitado en un esquema patriarcal, algo que parece preocupar al consejo de sabios.

"Ahora ellas saben muchas cosas y cuando hacemos algo mal nos corrigen y nos dicen cómo debemos hacerlo", dicen entre risas, aunque visiblemente molestos. Su petición: que también les enseñen a ellos para no quedar relegados. "Queremos aprender a hacer cosas", reclaman.

La tarea que más horas le quita es la búsqueda de agua. A dos kilómetros hay un pequeño pozo familiar excavado por él y su tío en una llanura arenosa preñada de perforaciones similares

Una alumna aventajada

Aminatu, de 9 años, está en la medianía de una familia de siete hermanos. Vive en Elwasta, una localidad habitada por haratines, una etnia de antiguos esclavos que recuperó la libertad hace solo una década.

Aminatu destaca entre sus muchos hermanos porque es la única que sabe leer y eso la sitúa entre los diez mejores alumnos de su clase. Su hermana Aichetou, unos años menor, le pisa los talones. Ya va en el puesto 14 del ranking y aspira a igualar la marca de su hermana mayor, de la que no se separa.

Todos los hermanos van a la madrasa, por la que tienen que pagar y que en Mauritania --una República Islámica-- es la única forma de cubrir los primeros años de educación infantil, así como al colegio laico, que es gratuito.

En un primer arrebato, afirma que quiere ser profesora, para hacer con otros niños lo que ahora hacen con ella. Luego lo piensa mejor y responde: "médico", para poder ayudar a la gente de su pueblo porque "hay muchos enfermos".

El joven aguador

Mamadou, 15 años. Se define, ante todo, como futbolero. Cada vez que va a Nouakchott desde la remota villa de Essade Hay Towress, también en Brakna, aprovecha para ver los partidos de las grandes ligas. No tiene un equipo preferido pero lo cierto es que lleva un chándal desgastado del Real Madrid.

Su vida, sin embargo, deja poco tiempo para el entretenimiento. Camina 3 kilómetros a diario para ir al colegio y la madrasa. Su objetivo, como el de Aminatu, es llegar a ser médico. La vocación le surgió cuando tuvo que ir al hospital tras romperse un brazo jugando al fútbol.

La tarea que más horas le quita es la búsqueda de agua. A dos kilómetros hay un pequeño pozo familiar excavado por él y su tío en una llanura arenosa preñada de perforaciones similares.

Mamadou y los burros que tiran de su carro regresan cada día con un botín de unos 15 bidones con capacidad para 20 litros. Aunque parece mucho, las reservas no llegan más que a la mañana siguiente porque abastece a una familia de once miembros.

Para Mamadou la estación lluviosa es la mejor del año. Puede espaciar las visitas al pozo y dedicarse a otras cosas importantes para él y los suyos, como los cultivos y los animales. Lo tiene claro: "si tuviera una varita mágica la utilizaría para quitar la sed a todo el mundo".

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