Un nuevo informe de la ONU, junto a otros organismos, sobre seguridad alimentaria y nutrición en el mundo destaca que el número de hambrientos continúa creciendo por tercer año consecutivo. Los fenómenos climáticos extremos, los conflictos o la desaceleración económica entre los principales causantes del fenómeno. América Latina, donde un 6,1 % de la población está subalimentada, sigue la tendencia mundial, debido en gran parte a la situación en Venezuela.
El estudio destaca que la variabilidad y las condiciones extremas climáticas son los principales factores responsables del reciente crecimiento del hambre a nivel mundial y una de las causas principales de las últimas crisis alimentarias.
El impacto de los eventos climáticos fue otro factor a la hora de estudiar el hambre en América Latina. Sánchez puso como ejemplo la sequía provocada en América Central por el fenómeno El Niño, especialmente durante los años 2015 y 2016, en El Salvador, Guatemala, Honduras.
“Los efectos de la sequía fueron graves y prolongados, con un inicio tardío e irregular de las lluvias, precipitaciones por debajo de la media, temperaturas por encima de la media y niveles de los ríos entre un 20% y un 60% por debajo de lo normal”, se lee en el estudio.
La sequía, una de las peores en los últimos 10 años, redujo significativamente la producción agrícola, con pérdidas estimadas de entre el 50 y el 90% de las cosechas.
El ministerio de Agricultura de Guatemala estimó que se perdieron 82.000 toneladas de maíz, valoradas en casi 31 millones de dólares; se perdieron 118.200 toneladas de frijol negro, con un costo de 102,3 millones de dólares y más de 3,6 millones de personas necesitaron ayuda humanitaria como resultado de esta sequía.
“Son países donde la agricultura sigue teniendo un papel muy importante y ésta es altamente sensible a los cambios climáticos. Las temperaturas anómalas asociadas con este fenómeno afectan al rendimiento agrícola y son fenómenos que terminan incidiendo en la salud y en la nutrición”, destacó.
El informe busca entender cómo los eventos climáticos afectan al hambre y a la nutrición. Una situación que afecta a “los pilares de la seguridad alimentaria” como la disponibilidad de alimentos y su acceso, utilización y estabilidad.
Ante este escenario, Sánchez destacó la necesidad de plantear estrategias como, por ejemplo, promover la capacidad de adaptación a las situaciones climáticas adversas a través de una serie de elementos.
“Contamos con el conocimiento y las herramientas para comenzar a atender esa prioridad. Existen herramientas como los sistemas de seguimiento y alerta rápida relativo a los riesgos climáticos, la protección social, la infraestructura a prueba del clima, los mecanismos de manejo más eficientes del agua y la diversificación de cultivos, y se ha comprobado que tienen un efecto importante”, destacó.