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Las aguas residuales hablan

Bajo su aspecto turbio y maloliente, las aguas residuales tienen un valor que va mucho más allá de su reciclaje y posible reutilización. Se trata de un indicador ambiental y sanitario cuya composición por diferentes elementos contaminantes originados en desechos industriales, y especialmente urbanos, convierten a las aguas residuales en una fuente de información de la exposición humana a diversos compuestos químicos o a agentes patógenos.

La herramienta que traduce su lenguaje es la epidemiología basada en aguas residuales, originalmente ligada al estudio de la presencia del virus de la polio, cuya monitorización es hoy un instrumento útil para alertar sobre la circulación de cepas salvajes o cepas vacunales neurovirulentas entre la población. Para el resto de virus su aplicación ha estado relegada a proyectos de investigación, sin embargo, la actual pandemia de la COVID-19 ha impulsado el estudio del SARS-CoV-2 a través de las aguas residuales a nivel mundial, convirtiéndola en la principal herramienta de alerta temprana, cuyo futuro se vislumbra prometedor.

Publicado en iAgua Magazine 37 - Diciembre 2021
iAgua Magazine 37

“Viaja a lo largo de las grandes vías de la relación humana, nunca más rápido de lo que viajan las personas y, en general, mucho más lento”. Así describió John Snow (1813-1858), médico inglés –que no Jon Snow, personaje de Juego de Tronos– el comportamiento de la bacteria del cólera cuando arrasó la ciudad de Londres con el brote más violento de Inglaterra. En contra de la teoría de los “miasmas” –vapores tóxicos emitidos por materia en descomposición del suelo y aguas impuras– que motivó a las autoridades a vaciar todas las fosas y pozos de la ciudad en el río Támesis, Snow propuso que la propagación del cólera se debía al agua contaminada por una “materia mórbida” invisible al ojo humano.

Snow propuso que la propagación del cólera se debía al agua contaminada por una “materia mórbida” invisible al ojo humano

Esa “materia mórbida” responsable de la diarrea aguda que caracteriza a la enfermedad –deposiciones abundantes, acuosas y de aspecto semejante al agua del lavado de arroz–, se transmitió entre la población londinense a través del agua residual que convirtió al Támesis en un “alcantarillado mortal”, tal y como lo definió Charles Dickens en su novela Little Dorrit (1857) años después. Y, es que, el Londres de aquel entonces no se caracterizaba precisamente por tener los sistemas de saneamiento y nociones de higiene ambiental de los que gozamos hoy, y las mismas aguas del Támesis que habían sido contaminadas con el contenido de las fosas y pozos de la ciudad eran utilizadas de nuevo para abastecer a la ciudad a través de dos empresas de aguas. Si bien el estudio de las enfermedades como fenómenos poblacionales se remonta a las fiebres pestilentes que asolaron a la población de las márgenes del río Nilo alrededor del año 2.000 a.C., John Snow es considerado hoy el padre de la epidemiología moderna por sentar las bases teórico-metodológicas de la epidemiología al relacionar, en el Londres de 1854, las tasas de mortalidad con el comportamiento poblacional respecto al suministro de agua.

La epidemiología basada en el análisis de los efluentes sirve como herramienta para la detección del SARS-CoV-2 en la población

Si bien este problema londinense de hace dos siglos se antoja muy lejano, el cólera es solo un ejemplo más de las enfermedades que pueden transmitirse a través del agua. De acuerdo al informe Safe water, better health publicado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 2019, tras las enfermedades diarreicas, que son las más comunes, al menos existen en el mundo otras doce enfermedades vinculadas directamente con el agua debido a su uso para consumo, saneamiento e higiene deficientes (WASH, por sus siglas en inglés). La hepatitis A, la fiebre tifoidea, la polio, el paludismo, la esquistosomiasis o la disentería son algunas de esas enfermedades que causan la muerte de millones de personas en todo el mundo. La ONU advierte, además, que más del 80 % de las aguas residuales resultantes de la actividad humana se vierten en los ríos o en el mar sin ningún tipo de tratamiento de agua, provocando su contaminación.

  • Las aguas residuales sin tratar son un problema global que pone en riesgo la salud y el bienestar de millones de personas
    Las aguas residuales sin tratar son un problema global que pone en riesgo la salud y el bienestar de millones de personas

Esta relación entre el agua y la salud de las personas pone de manifiesto lo esencial que resulta no solo contar con sistemas de tratamiento de agua que apliquen los procesos físicos, químicos y biológicos necesarios al recurso para su reutilización o para su devolución a los cuerpos hídricos naturales, también con protocolos de monitoreo que aporten los datos suficientes para estimar la dimensión y las posibles causas de las variaciones espacio-temporales de la calidad del agua que afecten a la salud pública. Tal y como escribió el que fuera director general de la OMS, el Dr. Lee Jong-wook (1945-2006): “El agua y el saneamiento son uno de los principales motores de la salud pública. Suelo referirme a ellos como «Salud 101», lo que significa que en cuanto se pueda garantizar el acceso al agua salubre y a instalaciones sanitarias adecuadas para todos, independientemente de la diferencia de sus condiciones de vida, se habrá ganado una importante batalla contra todo tipo de enfermedades”.

En definitiva, las aguas residuales sin tratar son un problema global que pone en riesgo la salud y el bienestar de millones de personas, pues constituyen una vía para la transmisión de enfermedades, incluidas las víricas. No es el caso del SARS-CoV-2, el virus que causa la COVID-19 y cuya información disponible actualmente, según la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE), sugiere que proviene de un origen animal y que aún no hay suficiente evidencia científica que explique la vía de transmisión original a los humanos. Sobre este punto, un estudio del Instituto Nacional de Salud Pública y Medio Ambiente (RIVM) neerlandés publicado en la revista The Lancet Gastroenterology and Hepatology apunta que aún no está claro si el SARS-CoV-2 es viable en condiciones ambientales que podrían facilitar la transmisión fecal-oral. Además, investigadores de la Universidad de Granada llevaron a cabo un análisis epidemiológico a 134 trabajadores de 59 EDAR de la provincia andaluza –infraestructuras críticas del ciclo urbano del agua y, por tanto, esenciales en la eliminación del SARS-CoV-2–, cuyos resultados publicados en el International Journal of Water Resources Development, revelaron una seroprevalencia de este colectivo similar a la tasa de incidencia encontrada para la población general de la provincia, sugiriendo, además, que no hay transmisión relevante del coronavirus a través de las aguas residuales pues, al igual que otros coronavirus, el SARS-CoV-2 no es tan resistente a las condiciones ambientales en las aguas residuales como, por ejemplo, los norovirus.

Tras la pista del SARS-CoV-2

Las aguas residuales sin tratar son un ecosistema ideal para evaluar la diversidad viral, además de proporcionar un entorno rico para el crecimiento de diversas especies de huéspedes y, por lo tanto, sus virus. Según un estudio pionero en la aplicación de la metagenómica –el estudio del genoma de comunidades microbiales– a virus de aguas residuales publicado por la revista mBio en 2011, y llevado a cabo por el Laboratorio de Virus Contaminantes de Agua y Alimentos de la UB y la Universidad de Washington, las aguas residuales sin tratar proporcionan una matriz rica no solo para identificar virus nuevos, sino también para estudiar la diversidad de los ya conocidos.

Durante la pandemia se descubrió que el SARS-CoV-2 también se excretaba en las heces, que terminaba en las aguas residuales y que el ARN viral era detectable en las aguas residuales municipales. Este hallazgo generó dudas sobre los posibles peligros para la salud de las personas que estuvieron expuestas directa o indirectamente a las aguas residuales –y que como se ha mencionado anteriormente no hay transmisión relevante–, pero también ofreció oportunidades para usar las aguas residuales en el monitoreo de las tendencias en la circulación del virus entre los ciudadanos, permitiendo evaluar núcleos de población enteros de una tacada.

La poca probabilidad de detectar infecciones asintomáticas puso el foco en la WBE para determinar la carga de infecciones no diagnosticadas

En este sentido, la virología ambiental ligada a las aguas residuales se remonta a la década de los cuarenta con los esfuerzos para detectar el virus de la polio. Desde entonces, los métodos de cultivo celular útiles para la detección de enterovirus han sido sustituidos por técnicas de biología molecular y química analítica para la detección de patógenos. Así, hoy en día, gracias a la aplicación de las ciencias analíticas es posible conocer la exposición humana a diversos compuestos químicos o agentes patógenos –como los virus– a través de las aguas residuales. Es lo que se conoce como la epidemiología basada en las aguas residuales (Wastewater-Based Epidemiology, WBE, en inglés) que, si bien su aplicación inicial, y la que hoy es más conocida y establecida, fue para estimar el consumo de drogas en poblaciones, así como de sustancias de abuso legales (alcohol, fármacos o el tabaco), con la pandemia de la COVID-19 se ha convertido en la principal herramienta de alerta temprana para identificar de manera precoz la presencia de SARS-CoV-2 entre la población. El Dr. Christian Daughton, investigador hoy retirado de la Agencia de Protección Ambiental de EE.UU. y precursor del término como tal de la WBE hace más de dos décadas, cuenta que “su utilidad para vigilar la incidencia y la propagación de enfermedades infecciosas en poblaciones –como la COVID-19– es actualmente mucho más limitada que la aplicación de la WBE para determinar el uso de sustancias químicas –como los fármacos– o la exposición a xenobióticos de origen natural”.

"La WBE destaca como la herramienta más importante que falta en el arsenal para controlar el COVID-19", Dr. Christian Daughton en Smart Water Magazine

Así, partiendo de la idea de Daughton de imaginar las estaciones depuradoras de aguas residuales como una herramienta no solo para rastrear una clase emergente de contaminantes, sino también para monitorear el estado general de la salud o enfermedad en toda la comunidad, son numerosos los grupos de investigación que, a nivel mundial, estudian la presencia, características y epidemiología de diferentes virus a partir de su detección en aguas residuales. Y, es que, el desarrollo de tecnologías moleculares aplicadas a estudios ambientales ha constatado que incluso en países altamente industrializados existe una alta prevalencia de virus en el medioambiente, lo que causa un importante impacto en la salud pública e importantes pérdidas económicas principalmente a través de la transmisión de virus por agua y alimentos. Gertjan Medema, microbiólogo principal de KWR Water Research Institute, de los Países Bajos, lleva diez años analizando la transmisión de enfermedades infecciosas y la resistencia a los antimicrobianos a través de los sistemas de agua y cómo esto se puede prevenir mediante medidas de gestión técnicas y no técnicas. Con el estallido de la pandemia, su equipo de investigación fue el primero en pensar que podrían encontrar el SARS-CoV-2 en las aguas residuales procedente de las heces de las personas infectadas: “Los análisis de aguas residuales pueden complementar la información de las pruebas convencionales –PCR, test de antígenos y serología– al permitir que las autoridades puedan hacer un seguimiento de la presencia del virus en grandes poblaciones a lo largo del tiempo”.

wastewater based epidemiology

Fuente: Randazzo et al., 2020

En un mar de incertidumbre pandémica, en marzo de 2020 nadie tenía la capacidad suficiente para saber el verdadero número de infectados. La poca probabilidad de detectar infecciones asintomáticas y oligosintomáticas durante la vigilancia clínica, hizo que los investigadores pusieran el foco en la WBE para determinar la carga de infecciones no diagnosticadas a nivel de población, lo cual ha resultado ser fundamental para refinar las estimaciones de las tasas de letalidad. Desde la Universidad de Cranfield (Reino Unido) y la Academia China de las Ciencias, desarrollaron un dispositivo basado en papel para la detección del coronavirus en las aguas residuales. Se trata de una pequeña herramienta analítica con diferentes áreas funcionales impresas con una impresora de cera que integra todos los procesos necesarios para las pruebas de ácido nucleico en un material de papel económico: “Actualmente, la prueba está diseñada como una herramienta de diagnóstico rápida y rentable para la población masiva en lugar de para los individuos”, explica el Dr. Zhugen Yang, profesor de tecnología de sensores en el Cranfield Water Science Institute, cuyo objetivo es implementarlo de manera permanente en la vigilancia epidemiológica: “Desarrollaremos sensores baratos y desplegables para cartografiar rápidamente los puntos conflictivos, lo que permitirá cumplir los requisitos de análisis”.

  • La WBE se ha convertido en la principal herramienta de alerta temprana para identificar la presencia de SARS-CoV-2 en la población
    La WBE se ha convertido en la principal herramienta de alerta temprana para identificar la presencia de SARS-CoV-2 en la población

En España, el Instituto de Agroquímica y Tecnología de los alimentos (IATA-CSIC) y el Centro de Edafología y Biología aplicada del Segura (CEBAS-CSIC) que colaboran desde 2016 con Esamur (Entidad de Saneamiento y Depuración de Aguas Residuales de la Región de Murcia) en el análisis de riesgos cuantitativos centrados en la eficacia de los tratamientos de las EDAR con el fin de identificar bacterias patógenas, virus entéricos, esporas de Clostridum o productos de desinfección, fueron los primeros en validar una metodología que detectara ARN del SARS-CoV-2 en las aguas residuales sin tratar. “La preocupación surgió a finales de febrero a raíz de las publicaciones a nivel internacional que revelaban la presencia de restos de ARN procedentes del SARS-CoV-2 en las heces, lo que hizo pensar que las partículas víricas podían acumularse en las aguas residuales de las ciudades”, revela Ana Allende, investigadora del CEBAS-CSIC

La capacidad de implementar una metodología validada y rápida se debió a la experiencia del IATA trabajando con la vigilancia epidemiológica de virus en aguas

Por otro lado, la capacidad de implementar una metodología validada y rápida, que permitió detectar la concentración del SARS-CoV-2 en las aguas residuales antes de que fuesen registrados los primeros casos clínicos en tres de los seis municipios murcianos en los que se llevó a cabo el muestreo, se debió a la experiencia del IATA trabajando con la vigilancia epidemiológica de virus en aguas: “Llevamos muchos años trabajando y desarrollando técnicas moleculares para la detección de virus que, tradicionalmente, se transmiten a través de las heces y, por ende, pueden llegar a los alimentos, como los virus de gastroenteritis o los norovirus, pero también virus más importantes como el de la hepatitis A o hepatitis E”, comenta Gloria Sánchez, científica titular, y explica el procedimiento de validación que siguieron: “Con una cepa de coronavirus porcino, que tiene características físico-químicas parecidas al SARS-CoV-2 –principalmente la envuelta lipídica–, y con un mengovirus, dopamos muestras de aguas que teníamos almacenadas de anteriores muestreos. Los resultados mostraron que el procedimiento que utilizábamos normalmente para la detección de norovirus y hepatitis A en aguas residuales era un procedimiento que podía ser utilizado de manera rutinaria para la detección del ARN de SARS-CoV-2 en aguas”. Posteriormente, el grupo del IATA-CSIC lideró un segundo estudio en Valencia, en colaboración con el Instituto de Biología Integrativa de Sistemas (I2SysBio), donde también se detectaron trazas del SARS-CoV-2 en muestras retrospectivas de aguas de finales del mes de febrero del 2020.

equipo WBE IATA CSIC

Equipo del IATA-CSIC encabezados por Gloria Sánchez, a la izquierda de la imagen.

También en España, entre las muchas capacidades de la Red Española de Análisis de Aguas Residuales con Fines Epidemiológicos (ESAR-Net), creada en 2017 y formada por diferentes grupos de investigación españoles, ya se venía trabajando en nuevas aplicaciones como el estudio de la exposición de la población a contaminantes químicos o la identificación de indicadores de la salud de una determinada población. “El fundamento es el mismo que en el caso de exposición a contaminantes o consumo de drogas, entre otros ejemplos”, explica Félix Hernández, profesor y director de del Instituto Universitario de Plaguicidas y Aguas (IUPA). “Todo aquello a lo que estamos expuestos, incluida una infección vírica, puede verse reflejado en las aguas residuales si se cumple una serie de criterios, como son la existencia de biomarcadores específicos que sean suficientemente estables en el agua residual, y que existan técnicas analíticas adecuadas para ser detectados y cuantificados”. Hernández lidera en la actualidad un proyecto de investigación que tiene por objeto aplicar los principios y estrategias de la epidemiología basada en el análisis de las aguas residuales a la identificación y cuantificación de material genético del virus SARS-CoV-2 en aguas residuales de poblaciones de la provincia de Castellón.

Félix Hernández, profesor y director de del Instituto Universitario de Plaguicidas y Aguas (IUPA).

Sus resultados pueden contribuir al establecimiento de un sistema eficiente de vigilancia epidemiológica del virus SARS-CoV-2 de cara al futuro, con el fin de conocer la evolución de la tasa global de infección en una población, y detectar de forma temprana posibles rebrotes de la enfermedad. “Si tenemos la tecnología para detectar material genético del SARS-CoV-2, que la tenemos, y somos capaces de correlacionar los datos en las aguas residuales con la información epidemiológica clínica, podremos disponer de una herramienta muy útil que a la vez da información en tiempo real sobre una amplia población anónima para hacer un seguimiento de la pandemia en las poblaciones objeto de estudio”, explica. Más allá de la COVID-19, el proyecto permitirá sentar las bases, las ventajas y limitaciones para futuras aplicaciones del análisis de aguas residuales en el control de enfermedades.

Cabe mencionar que, en base a la eficacia demostrada en la detección de material genético de SARS-CoV-2 en aguas residuales y su posible utilización como sistema complementario a la vigilancia sanitaria de la pandemia, el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO) publica semanalmente en su web desde noviembre de 2020, los resultados de los muestreos que se realizan en las más de treinta EDAR que forman parte de un proyecto de Vigilancia y Alerta Temprana de COVID-19 en aguas residuales (VATar-COVID-19), definido como un caso particular de aplicación de la epidemiología basada en aguas residuales por su control de sustancias asociadas a hábitos y formas de vida de la población y su aplicación en la salud pública y ambiental. Destacan también en España los protocolos de vigilancia ambiental establecidos en distintas comunidades autonómicas como Cataluña a través Sarsaigua –liderado por el ICRA– o el Sistema Vigía en Madrid impulsado por Canal de Isabel II.

En marzo de 2021 la Comisión Europea adoptó un enfoque común para establecer una vigilancia sistemática del SARS-CoV-2 y sus variantes en las aguas residuales de la UE

Asimismo, a la luz de la progresión de la pandemia y la aparición de una segunda ola en varios países, en marzo de 2021 la Comisión Europea adoptó un enfoque común para establecer una vigilancia sistemática del SARS-CoV-2 y sus variantes en las aguas residuales de la UE en el que recomienda encarecidamente “rastrear la presencia del virus en las aguas residuales como una forma relativamente barata y confiable de recopilar información esencial” pues, dada la información recopilada hasta la fecha, ha mostrado una correlación directa entre las cantidades del virus encontradas en las aguas residuales y el número de personas infectadas en el área correspondiente.

En este sentido, el proyecto COVIDBENS, financiado por Edar Bens y llevado a cabo en Galicia desde abril de 2020, aplica un modelo de regresión estadística capaz de estimar el número de personas portadoras del virus que hay en la población en base al análisis de la carga viral de las aguas residuales. Además de ello, desde principios del 2021, monitorizan y vigilan la aparición de nuevas mutaciones y variantes de SARS-CoV-2 en las aguas residuales mediante tecnologías de secuenciación masiva: “Con esta metodología somos capaces de decir qué variantes del virus están en el área metropolitana de A Coruña”, explica Margarita Poza, microbióloga del Instituto de Investigación Biomédica (INIBIC), profesora Asociada de la Universidad de A Coruña y líder de este proyecto pionero.

“Somos capaces de secuenciar, es decir, conocer el código genético de todas las variantes del virus que aparecen”. Sirviendo también como alerta temprana ante posibles brotes, COVIDBENS ha demostrado que es capaz de adelantarse a la detección hasta dieciocho días con respecto a los datos reportados por el sistema sanitario español: “Además de la detección específica del virus, usamos unos estándares para extraer también el dato de cuánto virus hay. No nos llega con saber si hay o no hay, sino que también lo cuantificamos”.

Margarita Poza, microbióloga del Instituto de Investigación Biomédica (INIBIC), profesora Asociada de la Universidad de A Coruña.

Detección de SARS-CoV-2 en las aguas residuales

El análisis de las aguas residuales con fines epidemiológicos se basa en los productos de excreción del metabolismo humano que llegan intactos a las EDAR. En el caso de la detección de SARS-CoV-2, si bien existen diferentes protocolos diseñados para la detección del virus en aguas residuales, estos contemplan varias etapas en común: (1) Concentración y precipitación de la muestra; (2) extracción del material genético (RNA); y (3) detección del material genético específico para el SARS-CoV-2.

A su vez, para cada una de estas etapas existen diferentes métodos experimentales, kits comerciales o técnicas de detección, todas ellas con sus pros y contras. En el caso particular de la detección del material genético del virus en aguas residuales, la técnica más utilizada es la reacción en cadena de la polimerasa, cuantitativa a tiempo real, normalmente conocida por sus siglas en inglés RT-qPCR.

Se trata una técnica que destaca por su versatilidad, sensibilidad y eficiencia, y que resulta adecuada para el análisis de las aguas residuales.

Mucho más que un residuo

La pandemia de la COVID-19 no solo ha puesto de manifiesto la importancia vital del saneamiento, la higiene y un acceso adecuado a un agua limpia para prevenir y contener las enfermedades, además de un sector del agua esencial para que se produzca todo lo anterior, sino que las aguas residuales han sido mucho más que un residuo a tratar. Han sido un espejo casi perfecto de la prevalencia del SARS-CoV-2 en la población y de su evolución, lo que ha resaltado el enorme potencial de la WBE como herramienta clave para contener y mitigar los brotes de COVID-19 al tiempo que minimiza los efectos dominó globales que involucran la salud y la seguridad públicas, la atención sanitaria accesible, la seguridad alimentaria, la estabilidad de las economías y las instituciones financieras. “Invertir en una red epidemiológica nacional permanente basada en aguas residuales podría resultar vital para prepararse para un control más rápido y eficaz de la próxima pandemia inevitable”, afirma el Dr. Daughton.

Las aguas residuales han sido un espejo casi perfecto de la prevalencia del SARS-CoV-2 en la población y de su evolución

Es por ello que esta pandemia, pese a todo lo negativo que ha supuesto para las sociedades a nivel mundial desde el punto de vista sanitario, económico y ambiental, brinda una oportunidad significativa para probar que, como disciplina emergente, la WBE cuenta con grandes posibilidades por delante para usarse –combinada con los estudios epidemiológicos que se aplican habitualmente–, en la detección y manejo de la transmisión de enfermedades infecciosas en la población, pues la presencia de una cantidad sustancial de ARN viral en las heces y la orina supone la posibilidad de rastrear la aparición de enfermedades y las tendencias de transmisión a lo largo del tiempo a través de esta metodología: “La WBE aplicada de forma regular y con rigor podría convertirse en un sistema muy adecuado de alerta temprana ante posibles brotes de enfermedades. Pero no debe olvidarse que es una herramienta complementaria. No puede sustituir a los estudios epidemiológicos clásicos, basados en el estudio de casos clínicos, sino más bien complementarlos. La combinación de ambas aproximaciones es lo que permitirá avanzar en el seguimiento de esta u otras epidemias o pandemias futuras”, explica Félix Hernández.

  • La WBE cuenta con grandes posibilidades por delante para usarse en la detección y manejo de la transmisión de enfermedades infecciosas en la población
    La WBE cuenta con grandes posibilidades por delante para usarse en la detección y manejo de la transmisión de enfermedades infecciosas en la población

En la actualidad, la vigilancia ambiental de la presencia del SARS-CoV-2 en las aguas residuales ya se emplea aproximadamente en cincuenta países y más de mil ciudades. Una información que se recoge COVID-19 WBE Collaborative en su portal web, cuyo propósito es potenciar la colaboración a escala global para la epidemiología basada en aguas residuales del SARS-CoV-2. “El principal reto para la vigilancia ambiental es que el sector del agua no está acostumbrado a proporcionar datos al sector sanitario y el sector sanitario no está acostumbrado a tener en cuenta la vigilancia ambiental para la salud pública”, señala el Dr. Medema. Una relación –la del sector del agua y el sanitario– que con la pandemia se ha visto enormemente fortalecida y que de cara al futuro podría servir eficazmente como herramienta de alerta temprana ante futuros brotes o pandemias, de gestión sanitaria y como red de seguridad ante posibles fuentes de infección no detectadas.

"La epidemiología basada en aguas residuales aplicada a la COVID-19 es una herramienta que ha llegado para quedarse" (Gloria Sánchez, IATA-CSIC)

“El sector del agua y el sector sanitario, y todas las organizaciones de alrededor, tenemos que comunicar de manera eficiente y a tiempo real la información para que las medidas que se tomen sean efectivas. La epidemiología basada en aguas residuales aplicada a la COVID-19 es una herramienta que ha llegado para quedarse. Tenemos que aprovechar toda la infraestructura y las redes que se han creado”, resalta Gloria Sánchez. No obstante, tal y como señala Margarita Poza, “sin financiación no se puede hacer investigación. Para que se implemente permanentemente hace falta financiación de infraestructuras y financiación de personal investigador”.

Así, el enorme potencial de la metodología aplicada por la epidemiología basada en las aguas residuales ha quedado evidenciado en los diversos estudios científicos llevados a cabo tanto en España como a nivel internacional y, aunque hacen falta más –y más financiación para llevarlos a cabo–, las aguas residuales seguirán contándonos hasta lo que no podemos ver. Escuchémoslas.