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Día Internacional del Medioambiente 2025: La amenaza invisible del plástico en el agua potable

Pablo González-Cebrián/ Fotos iAgua.
Pablo González-Cebrián/ Fotos iAgua.

En el Día Internacional del Medioambiente de este 2025, una nueva preocupación cobra protagonismo: la contaminación por microplásticos en el agua que bebemos. No se trata de un fenómeno aislado ni reciente. Como muestra un artículo publicado en Current Opinion in Environmental Science & Health, ya desde 2017 comenzaron a aparecer reportes sobre partículas plásticas en el agua del grifo, con estudios posteriores confirmando su presencia tanto en sistemas de tratamiento como en agua embotellada.

Según ese mismo estudio, realizado por los investigadores Eerkes-Medrano, Leslie y Quinn, en países como Estados Unidos se han detectado hasta 9,24 partículas por litro de agua del grifo. En las botellas reutilizables de PET, las concentraciones alcanzan un promedio de 4.889 partículas por litro. Y lo más preocupante no es la cantidad, sino el tamaño: la gran mayoría mide menos de 5 micrones, lo que las convierte en candidatas perfectas para atravesar las barreras intestinales humanas y migrar hacia órganos como el hígado o el bazo.

Los océanos se llevan el protagonismo cuando se habla de la contaminación plástica. Sin embargo, el problema ha infiltrado uno de los espacios más íntimos de la vida humana: el agua potable

Un análisis independiente, recogido en el artículo Microplastics in Drinking Water: Sources, Detection, Occurrence and Toxicity, (Liu et al., 2024) señala además que el tipo de polímero más frecuentemente hallado en el agua potable incluye polietileno, polipropileno, poliéster y policloruro de vinilo. En muchos casos, se trata de fragmentos liberados por los propios sistemas de distribución del agua: tuberías, válvulas o depósitos de almacenamiento, hechos en buena parte con materiales plásticos.

Según el artículo, incluso las plantas de tratamiento más avanzadas no son capaces de eliminar completamente estas micropartículas. En República Checa, por ejemplo, el agua ya tratada presentaba entre 243 y 684 partículas por litro. Los procesos convencionales —coagulación, filtrado y desinfección— son eficaces para patógenos y metales, pero no están diseñados para lidiar con partículas tan pequeñas.

Pablo González-Cebrián/ Fotos iAgua.
Pablo González-Cebrián/ Fotos iAgua.

El problema no está (sólo) en los océanos

Durante años, la narrativa ambiental en torno al plástico ha girado en torno a las imágenes de playas contaminadas, islas de basura flotando en el Pacífico y aves marinas con estómagos llenos de residuos. Pero según el artículo de Singh et al., publicado en IWA Publishing, los microplásticos ya han dejado de ser un problema exclusivamente marino: están presentes en aguas superficiales, subterráneas e incluso en fuentes consideradas “limpias” como pozos o manantiales embotellados.

Incluso las plantas de tratamiento más avanzadas no son capaces de eliminar completamente estas micropartículas

Lo más sorprendente es que también se han detectado en botellas de vidrio, lo que apunta a fuentes de contaminación secundarias: aire cargado de fibras, utensilios plásticos durante el embotellado o incluso la ropa de operarios en las plantas de producción. Singh y sus colaboradores advierten que el problema es transversal y requiere una revisión completa de la cadena de producción del agua potable, incluyendo su almacenamiento, transporte y comercialización.

Regresando el estudio Microplastics in Drinking Water: Sources, Detection, Occurrence and Toxicity, (Liu et al., 2024), uno de los caminos menos considerados, pero potencialmente más relevantes para esta contaminación, son las precipitaciones atmosféricas. Las fibras sintéticas pueden estar suspendidas en el aire, depositándose luego con la lluvia en fuentes de agua superficiales. Esto tendría implicaciones directas para las comunidades que recolectan agua de lluvia para consumo, un recurso vital en regiones rurales o en países en desarrollo.

Pablo González-Cebrián/ Fotos iAgua.

¿Qué pasa cuando el plástico entra al cuerpo?

Las preguntas sobre los efectos en la salud humana aún no tienen respuestas concluyentes. Pero las hipótesis son serias. Según el estudio europeo, una persona que consuma tres litros de agua embotellada al día podría estar ingiriendo hasta 15.000 partículas plásticas diarias. Si bien no todas logran penetrar en tejidos profundos, las más pequeñas —especialmente las inferiores a 1,5 micrones— sí pueden hacerlo. Y una vez dentro del organismo, se comportan como agentes de doble filo: son cuerpos extraños que pueden inducir inflamación, y además transportan contaminantes adheridos en su superficie.

En modelos animales, se ha observado que los microplásticos pueden desencadenar estrés oxidativo, disfunción hepática y alteraciones en el sistema inmunológico. En humanos, aunque la investigación es incipiente, ya se han detectado partículas en sangre, heces, placenta e incluso en leche materna, según revisiones citadas en el artículo indio.

El riesgo no es solo biológico, sino también psicológico. El artículo europeo apunta a la existencia de un posible efecto “nocebo”: la percepción de que se está consumiendo agua contaminada puede generar reacciones adversas reales en las personas, como ansiedad o malestar gastrointestinal, aunque las dosis ingeridas sean mínimas.

Pablo González-Cebrián/ Fotos iAgua.
Pablo González-Cebrián/ Fotos iAgua.

Además, el problema se agrava cuando se considera el origen de las aguas. Las que provienen de ríos o embalses están más expuestas a fuentes urbanas de contaminación: aguas residuales, escorrentía superficial, vertidos industriales. Las fuentes subterráneas parecen estar más protegidas, pero incluso ellas han mostrado presencia de microplásticos en pozos privados, como documentó una investigación en Irlanda con concentraciones de hasta 6.500 partículas por metro cúbico.

Y no todo el plástico que llega al agua viene del exterior. Tuberías de PVC, tanques de almacenamiento, válvulas y membranas de filtrado también pueden liberar fragmentos con el tiempo. La paradoja es brutal: el mismo sistema que purifica y distribuye el agua puede estar contribuyendo a su contaminación.

Una crisis silenciosa con sed de respuestas

Un microplástico actúa como un caballo de Troya: lleva adheridos metales pesados, pesticidas, antibióticos y microorganismos patógenos

La exposición a microplásticos a través del agua potable es solo una de las muchas rutas posibles. También los respiramos, los ingerimos en alimentos, los tocamos al manipular objetos cotidianos. Pero el agua tiene un valor simbólico y vital que convierte esta situación en una prioridad ética y sanitaria.

Los expertos coinciden en que se necesitan más estudios, mejores técnicas de detección y, sobre todo, estándares regulatorios claros. Hoy por hoy, no existe un umbral legal para la presencia de microplásticos en el agua. Tampoco hay consenso sobre cuántos son demasiados, ni sobre qué tipo representa mayor riesgo. Y mientras el debate científico avanza, millones de personas siguen bebiendo sin saber qué contienen sus vasos.

El Día Internacional del Medioambiente de este 2025 nos encuentra ante una encrucijada silenciosa. Ya no basta con recoger residuos de las playas o prohibir bolsas en los supermercados. El plástico se ha infiltrado en el ciclo más íntimo de la vida. Y aunque no lo veamos, lo llevamos dentro.