La vigilancia ambiental mediante el análisis de aguas residuales para detectar microorganismos patógenos ha sido utilizada durante años. El año pasado, este método se comenzó a utilizar en todo el mundo para detectar la presencia de SARS-CoV-2 en las aguas residuales, y en varias geografías, como los Países Bajos, se ha incorporado el análisis de las aguas residuales como parte del seguimiento de la COVID-19 a nivel nacional. Hemos hablado con el Dr. Gertjan Medema, Microbiólogo Principal en el KWR, a quien habíamos entrevistado en marzo de 2020, para saber cómo ha progresado la epidemiología basada en las aguas residuales en este último año.
Pregunta: ¿Cuál es el estado actual de la vigilancia ambiental de la presencia de SARS-CoV-2?
Respuesta: Ha crecido enormemente, y actualmente se emplea en unos 50 países y más de 1.000 ciudades (esta información se puede consultar en COVIDPoops19 Dashboard | covid19wbec.org). Cada vez más autoridades sanitarias la incorporan como una fuente complementaria de información sobre la propagación de la COVID-19 en las ciudades, con varios valores añadidos:
- Es objetiva: no se realizan pruebas de coronavirus a todo el mundo, en cambio todo el mundo va al baño. Hay muchos ejemplos en los que las aguas residuales son un indicador más objetivo de la incidencia de la COVID-19 en la población que los análisis de muestras nasales.
- Es rápida: la excreción del virus es alta al inicio de la infección, y eso es lo que se puede detectar en un día en las aguas residuales. Aunque la capacidad de realizar pruebas de detección a la población y su rapidez ha aumentado, sigue habiendo demoras en las pruebas, por lo que las aguas residuales pueden servir como alerta temprana.
- Se trata de una herramienta de cribado poblacional eficiente: una muestra de aguas residuales (cuando el muestreo se realiza correctamente) puede reflejar información de entre 1.000 y 100.000 personas. Esto cobrará particular importancia cuando la prevalencia de la COVID-19 caiga de nuevo a niveles muy bajos, para contestar a la pregunta de si el virus está bajo control o si resurge en algún sitio, en algún momento. Por ejemplo, esta es la situación actual en Australia, donde se hace un seguimiento de las aguas residuales para identificar rápidamente en qué zonas urbanas resurge la COVID-19.
- Varios países y entidades subnacionales tienen en funcionamiento un programa a nivel nacional o subnacional para utilizar estos valores añadidos en apoyo a la toma de decisiones sobre la necesidad de realizar más pruebas, confinamientos u otras intervenciones.
P: ¿Puede explicar qué dificultades existen?
R: En realidad no es tan difícil. Se necesitan instalaciones adecuadas para el muestreo y los análisis de laboratorio, y personal experto para llevar a cabo el seguimiento de las aguas residuales. El principal reto para la vigilancia ambiental es que el sector del agua no está acostumbrado a proporcionar datos al sector sanitario y el sector sanitario no está acostumbrado a tener en cuenta la vigilancia ambiental para la salud pública. Pero el puente entre estos sectores es cada vez más sólido y más organismos sanitarios están implicándose. Esto es esencial, ya que sin la implicación de los organismos sanitarios el impacto que pueda tener la vigilancia ambiental sobre la toma de decisiones en el ámbito sanitario es escaso.
El principal reto para la vigilancia ambiental es que el sector del agua no está acostumbrado a proporcionar datos al sector sanitario
P: ¿Qué líneas de investigación ve en el futuro en este ámbito?
R: La situación actual precisa información sobre la propagación de nuevas variantes, y muchos equipos de investigación están centrándose en herramientas para diferenciar las variantes nuevas de las antiguas. Se utiliza secuenciación de nueva generación para estudiar todas las variantes del virus en la mezcla de virus en las aguas residuales, y/o pruebas PCR de tipo cuantitativo o digital en gotas con cebadores y sondas para detectar variantes/mutaciones/eliminaciones en aguas residuales específicamente. La vigilancia de las aguas residuales también refleja en qué medida los confinamientos y la vacunación reducen la transmisión de la COVID-19. Por ello, mientras que en la actualidad se detectan fragmentos de SARS-CoV-2 en cada muestra de aguas residuales, a lo largo del año próximo esperamos ver desaparecer el SARS-CoV-2 de las aguas residuales, a la vez que disminuiría la presencia de la COVID-19 en las pruebas a la población. De esta manera, tanto Europa como Estados Unidos y otros países llegarán a la situación en la que se encuentra Australia hoy en día, con una prevalencia muy baja de la COVID-19. En esa fase, el seguimiento de las aguas residuales se convierte en una herramienta más valiosa aún para detectar rápidamente cuándo y dónde resurge el virus.
De cara al futuro, veo que la pandemia ha impulsado el uso de las aguas residuales como fuente de información, como reflejo de la sociedad. Para enfermedades infecciosas en situación de pandemia, pero también en caso de epidemias de menores dimensiones o brotes locales, para detectar resistencia a los antibióticos, el uso de fármacos y drogas, para la salud física y mental de las ciudades y para el exposoma (conjunto de las sustancias y factores ambientales a los que se ven expuestas las personas) en las ciudades.