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Los fantasmas de la reserva hidráulica española

Albolote, Granada (Foto: Pilar Flores/Unplash).
Albolote, Granada (Foto: Pilar Flores/Unplash).

“La lluvia… Al recordar que la palabra había tenido algún sentido, Ransom miró el cielo. Ni una nube, ni una gota de vapor empañaba la fuerza del sol que colgaba allá arriba como un genio siempre solícito.”, escribió J. G. Ballard en su novela La Sequía de 1965. En ella, el escritor relata cómo la escasez de agua ha provocado transformaciones radicales en el mundo: sin agua potable y sin apenas lluvias, los seres humanos deben encontrar nuevas formas de supervivencia. Afortunadamente no nos encontramos al nivel de esta distópica ficción apocalíptica, pero cada vez con más frecuencia aparecen los fantasmas de una situación ya vivida en nuestros embalses que nos hacen mirar al cielo con nostalgia cuando su nivel de agua embalsada nos pone en alerta.

En 2007 la Comisión Europea reconoció que tanto las sequías como la escasez hídrica eran un problema cada vez más frecuente. Desde entonces, año tras año hemos sido testigos de cómo saltaban las alarmas en España cuando el descenso de las precipitaciones por debajo de la media dejaba el nivel de nuestros embalses en una situación preocupante, convirtiendo la sequía meteorológica en una de las mayores amenazas ambientales a las que nos enfrentamos y, por ende, también la sequía hidrológica. Por su parte, la Agencia Europea del Medio Ambiente lo advertía en 2020 con una serie de mapas de los riesgos climáticos más frecuentes en Europa, en los que se proyectaba el mayor aumento en el número de eventos de sequía para la Península Ibérica.

Desde eltiempo.es pronostican qué sucederá con los veranos en España si se cumplen los peores escenarios de cambio climático: “Largas sequías alternadas con lluvias torrenciales podrían ser la tónica de los veranos en España en la década de 2050”, explica Irene Santa, una de sus meteorólogas. “Las olas de calor serán más frecuentes, duraderas e intensas y cuando se produzcan podrán dejar temperaturas de hasta 48-49 ºC en el sur de la península. También hará más calor de noche y en prácticamente la mitad de España habrá más de dos meses de verano con noches tropicales, sin que las mínimas bajen de los 20 ºC durante las madrugadas”. Un cambio climático que, según el sexto informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), se cebará especialmente con España y la zona del mediterráneo: aumento de la aridez, periodos de sequías más frecuentes y temperaturas extremas.

Regreso a 2017

En este 2021 que, con la acumulación de las dos terceras partes del valor normal de precipitaciones, hemos vivido la primavera más seca de los últimos quince años y el tercer mes de julio más seco del siglo XXI solo por detrás de 2005 y 2007, el nivel de algunos de nuestros embalses se encuentra en estado crítico.

La reserva hidráulica en su semana 34 se situó en un 43,96% de su capacidad total, siendo un 24,30% menos que la media de los últimos diez años y un 15,59% que en 2020

Según datos del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO), la reserva hidráulica en su semana 34 (del 23 al 29 de agosto) se situó en un 43,96% de su capacidad total, siendo un 24,30% menos que la media de los últimos diez años y un 15,59% que en 2020. En esa misma semana, y de acuerdo a los datos históricos del MITECO, hace cuatro años la reserva hidráulica se encontraba en niveles similares (al 44 %), época en la que estaba declarada la situación de sequía en el Duero, el Júcar y el Segura, y siendo definida por aquel entonces como la sequía más grave de la historia en España.

  • Comparativa de los datos de la reserva hidráulica desglosados por ámbitos de 2017 y 2021
  • Comparativa de los datos de la reserva hidráulica desglosados por ámbitos de 2017 y 2021

Comparativa de los datos de la reserva hidráulica desglosados por ámbitos de 2017 y 2021. Reserva total embalsada (valores relativos).

Las razones de esta similitud pueden encontrarse tanto en el cielo como en la tierra. A pesar de que a principios de año la borrasca Filomena hizo que los embalses gozaran de una capacidad total del 64,4% en su novena semana (alcanzando su valor máximo en 2021) la notable falta de precipitaciones antes mencionada se suma a la sobreexplotación de los embalses debido a las demandas de agua, entre ellas las de los usos agrícolas y energéticos.

Imagen del embalse de Barrios de Luna (provincia de León) en septiembre de 2017 (Wikipedia/CC).

Una crónica anunciada

En una España de clima mediterráneo, las sequías meteorológicas no son fenómenos excepcionales. Desde 2015 las cuencas del Segura y el Júcar, y desde 2017 la del Duero y Guadalquivir, se han visto declaradas (y prorrogadas) en situación de sequía prolongada. Este último año fue especialmente marcado por ser el segundo año más seco desde 1965 (por detrás de 2005) y el año más cálido desde el comienzo de la serie estadística (1965) según datos de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET). En la imagen de la izquierda se muestra el embalse de Barrios de Luna (provincia de León) en septiembre de 2017, encontrándose a principios de octubre en una situación crítica al 5 % de su capacidad (Fuente de la imagen: Wikipedia/CC).

El Centro de Estudios Hidrográficos del CEDEX en su informe “Evaluación del impacto del cambio climático en los recursos hídricos y sequías en España (2017)” pronostica una reducción de los recursos hídricos acentuada conforme avance el siglo XXI, estimando mayoritariamente descensos de precipitación especialmente acuciantes en el cuadrante SO de la Península y en los archipiélagos; una realidad de la que ya estamos siendo testigos.

Si bien en las zonas del Levante y sureste las precipitaciones han sido superiores a la media, en este 2021 los embalses españoles han llegado a septiembre más vacíos que en años anteriores (en la semana 35 la reserva hidráulica era de un 42,6% sobre la capacidad total), preocupando especialmente las cuencas hidrográficas del Guadalquivir y Guadiana con una capacidad por debajo del 30%. Esta variabilidad interanual propia de nuestro clima mediterráneo y las diferencias regionales deben considerarse en la gestión que se haga del agua: “Las estimaciones y modelos de predicción que incorporan los escenarios de cambio climático parecen indicar que esta variabilidad e incertidumbre en las precipitaciones se va a incrementar a medida que avance el siglo XXI en España, con periodos extremos de sequías y/o inundaciones más intensas y frecuentes”, advierte Rafael Seiz, técnico de políticas del Programa de Agua de WWF España.

Especial sequía en España

Especial sequía en España

Las sequías en España son un fenómeno recurrente, que se ve amplificado por los efectos del cambio climático. En este contexto, urge la necesidad tomar medidas para afrontar los desafíos hídricos del presente y el futuro en nuestro país, garantizando así la seguridad hídrica.

Sin mirar solo al cielo

Los datos apuntaban y siguen apuntando a que la situación de una España sumida a la sequía será cada vez más habitual, pero no todo es una cuestión del clima. Nuestros ecosistemas ya están adaptados a esta condición climática, pero no al manejo artificial que el ser humano hace de los cauces y acuíferos. No va a llover más de lo que llueve y no podemos seguir mirando al cielo esperando, precisamente, a que nos “lluevan” las soluciones. Desde WWF, que ya lo advertía en 2019 en su informe “Crónica de una sequía anunciada. Posición sobre a la gestión de las sequías en España”, señalan que el principal problema reside en la política hidrológica española: “Necesitamos dar un giro a nuestra relación con el agua, promoviendo un uso más sostenible de los recursos hídricos, especialmente por parte de los sectores productivos que más consumen”, que en España son mayoritariamente los usos agrícolas. “Frente a la variabilidad propia del clima mediterráneo y el efecto de reducción de la disponibilidad como consecuencia del cambio climático, tenemos que disminuir nuestra dependencia del agua, con un consumo menor por hectárea, asegurando que los recursos ahorrados por la aplicación de tecnologías más eficientes, revierte a los ecosistemas con el fin de aumentar las reservas estratégicas para las sequías”, explica.

Los datos apuntaban y siguen apuntando a que la situación de una España sumida a la sequía será cada vez más habitual, pero no todo es una cuestión del clima

Como dice Irene Santa: “Como no somos capaces de controlar cuando llueve, lo único que está en nuestra mano es hacer una gestión correcta del agua”; y apunta también Rafael Seiz: “Una parte importante de la gestión de los efectos del cambio climático sobre el agua aún depende de nosotros y de las decisiones que tomemos a corto plazo”, el futuro de nuestros embalses sigue estando en nuestras manos.

La experiencia nos hace conocer de sobra el problema que nos atañe porque no es la primera vez que nos encontramos en esta situación (ni será la última viendo las previsiones). Disponemos de las herramientas adecuadas para elaborar una estrategia que nos permita ser previsores -entre ellas la Directiva Marco del Agua-, ajustando las demandas y conservando mejor nuestras fuentes de agua con el fin de ser más resilientes y menos dependientes de los recursos hídricos en futuros eventos de sequía. Ser capaces la próxima vez o dejar que los fantasmas del pasado sigan atormentándonos depende de nosotros.