Este invierno ha traído pocas precipitaciones a Italia, y el país podría enfrentarse a otro año de sequía, tras la emergencia del verano pasado en el norte del país, informa The Guardian.
El verano pasado, Italia declaró el estado de emergencia en cinco regiones del norte debido a la sequía, y el Gobierno anunció 36,5 millones de euros en fondos de emergencia para ayudar a las zonas afectadas. La sequía supuso una amenaza para la producción agrícola de la cuenca del río Po, que sufrió la peor sequía de los últimos 70 años.
El Po es el río más largo del país, nace en los Alpes cocios, cerca de la frontera con Francia, y fluye por el norte de Italia hasta desembocar en el Adriático, al sur de Venecia. El grupo ecologista Legambiente ha advertido de la actual escasez de agua que afecta a ríos y lagos; el Po tiene un 61% menos de agua de lo normal en esta época del año. Venecia también tiene problemas con niveles de agua muy bajos que hacen imposible la navegación en algunos de sus canales, debido a varios factores, entre ellos la falta de precipitaciones.
Las lluvias en el norte de Italia cayeron un 40% en 2022, y en 2023 las precipitaciones han seguido siendo escasas. El presidente de la Sociedad Meteorológica Italiana, Luca Mercalli, comentó que se espera que la situación pueda compensarse en primavera, normalmente la estación más lluviosa en el valle del Po: "Si no tenemos lluvias en primavera durante dos años consecutivos, sería la primera vez que esto ocurre”.
Las lluvias en el norte de Italia cayeron un 40% en 2022, y en 2023 las precipitaciones han seguido siendo escasas
Las sequías afectaron al valle del Po en 2007, 2012 y 2017, y los científicos advierten de que el aumento de la frecuencia de las sequías es señal del cambio climático. Según Coldiretti, la mayor asociación agrícola de Italia, la sequía causó daños por valor de 6.000 millones de euros a la producción agrícola en 2022. La sequía también afecta a la producción hidroeléctrica del Trentino, según Alessandro Bratti, presidente del organismo de cuenca del Po. Además, debido a los bajos niveles de agua en el Po, el agua de mar puede desplazarse río arriba y penetrar en los acuíferos, dejándolos inutilizables para el riego y haciendo necesaria la desalación para el abastecimiento a la población.
Según Bratti, en la actualidad existe un protocolo voluntario para fomentar un menor consumo de agua por parte de agricultores: "Es necesaria una ley que otorgue a los organismos de cuenca autoridad para resolver el problema y decidir qué hacer: podría ser decir a los agricultores que dejen de extraer agua durante un mes o detener la producción hidroeléctrica durante una semana". Los proyectos para hacer frente a la sequía con los fondos liberados el verano pasado han avanzado con lentitud.
En un artículo publicado en Nature Italy, Stefano Fenoglio, profesor de zoología e hidrobiología de la Universidad de Turín y fundador de Alpstream, un centro de investigación para el estudio de los sistemas fluviales de los Alpes, afirma que el régimen fluvial del norte de Italia se está volviendo más mediterráneo, con cursos de agua intermitentes que se quedan sin agua durante meses. Como consecuencia, las especies fluviales que no tienen tiempo de adaptarse están desapareciendo.
La sequía del verano pasado también provocó un aumento de las concentraciones de microorganismos patógenos, ya que los ríos se quedaron sin agua suficiente para diluir su concentración. Fenoglio explicó que las depuradoras purifican las aguas residuales, pero la dilución en los ríos también ayuda en este proceso. La región alpina de Italia está muy expuesta al cambio climático, y atajar la sequía debe ser una prioridad, según el científico. "La sequía se trata como un episodio agudo, pero ahora se está convirtiendo en un episodio crónico", dijo, y pidió una planificación hidrológica a largo plazo y un sistema que utilice el agua con mayor moderación.