La muerte del Papa Francisco marca el final de un pontificado profundamente transformador en lo espiritual, lo social y también en lo ambiental. A lo largo de más de una década al frente de la Iglesia Católica, Jorge Mario Bergoglio situó al agua en el centro de su pensamiento moral, proclamando sin ambigüedades que el acceso al agua potable es un derecho humano básico, fundamental y universal.
En un mundo atravesado por las desigualdades, el cambio climático y la degradación ambiental, Francisco no solo denunció con claridad los abusos que sufre este recurso vital, sino que inspiró una nueva mirada ética sobre su gestión, que sigue marcando la agenda internacional del agua. Su voz, firme y poética a la vez, convirtió a “la hermana agua” en símbolo de la dignidad humana, la justicia intergeneracional y el cuidado de la casa común.
Una encíclica que cambió el lenguaje del agua: Laudato si’
En mayo de 2015, el Papa Francisco firmó una de sus obras más influyentes: la encíclica Laudato si’, sobre el cuidado de la creación. Por primera vez, un documento magisterial de esta envergadura dedicaba una atención tan clara a las cuestiones ambientales, integrando el mensaje espiritual con un enfoque científico y social. Y en ese marco, el agua tuvo un protagonismo sin precedentes.
“El acceso al agua potable y segura es un derecho humano básico, fundamental y universal.” Papa Francisco, Laudato si’ (2015)
El Papa Francisco escribió: “El acceso al agua potable y segura es un derecho humano básico, fundamental y universal, porque determina la supervivencia de las personas”. Denunció la contaminación, el acaparamiento, la especulación y el olvido institucional. Y advirtió que el modelo actual de desarrollo, marcado por el derroche y la lógica del beneficio económico, ponía en riesgo la sostenibilidad del recurso, especialmente para los más pobres.
Más allá del diagnóstico, Laudato si’ aportó un marco conceptual que hoy inspira a muchos actores del sector del agua: la ecología integral. Esta visión reconoce la interdependencia entre el ser humano y la naturaleza, y plantea que las crisis sociales y ambientales no pueden abordarse por separado. El agua, en este contexto, aparece como bien esencial para la salud, la alimentación, la higiene y la convivencia pacífica. Su escasez o contaminación es, por tanto, una forma de violencia estructural.
Francisco en la ONU: “Agua potable para todos, ahora”
Pocos meses después de la publicación de Laudato si’, el Papa Francisco intervino ante la Asamblea General de Naciones Unidas con motivo de la aprobación de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. En su discurso, hizo una firme defensa del derecho efectivo al agua potable y al saneamiento como condición indispensable para el progreso humano.
“El criterio más sencillo y adecuado para evaluar la implementación de esta agenda es el acceso real para todos, a los bienes materiales y espirituales indispensables: vivienda, trabajo digno, alimentación adecuada, agua potable, libertad religiosa”, afirmó entonces. Sus palabras se convirtieron en referencia habitual para organismos internacionales, ONG y expertos que trabajan en agua y cooperación.
Aquel día, el Papa Francisco no solo habló a los jefes de Estado: habló a los miles de millones de personas que aún viven sin agua segura, y reclamó que se deje de considerar este recurso como mercancía para transformarlo en política pública.
El grito del agua en el Vaticano
El Papa no se limitó a declaraciones en foros globales. En febrero de 2017, convocó en el Vaticano un seminario internacional sobre el derecho humano al agua. Allí pronunció uno de sus discursos más directos y proféticos: “¿No estamos en camino hacia una gran guerra mundial por el agua?”, preguntó ante científicos, líderes políticos y religiosos.
Recordó entonces que mil niños mueren cada día por causas relacionadas con el agua contaminada. Y que la falta de acceso al saneamiento es una forma de exclusión silenciada. En ese marco, Francisco criticó duramente los intereses económicos que se imponen sobre los derechos fundamentales y llamó a reconocer que “el agua no tiene precio, porque vale más que el oro”.
“Defender el agua es defender la vida.” Papa Francisco, seminario sobre el derecho humano al agua (2017)
Aquel encuentro fue clave para consolidar una narrativa global sobre el agua como bien común, desde una perspectiva tanto moral como política. La Santa Sede, a través de la Pontificia Academia de las Ciencias y el Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral, ha mantenido desde entonces una línea firme de apoyo a políticas públicas, programas de cooperación y acciones educativas centradas en el agua.
Día Mundial del Agua: de la denuncia a la acción
Cada año, con motivo del Día Mundial del Agua, Francisco aprovechó su posición para emitir mensajes que combinaban el análisis, la denuncia y el compromiso. En 2019, con el lema “No dejar a nadie atrás”, escribió: “Comprometernos con el agua es comprometernos con la justicia. Basta de jugar con un derecho humano como es el acceso al agua”. En 2021, durante el rezo del Ángelus, volvió a insistir en que “el agua es de todos y para todos”.
El Papa Francisco convirtió el acceso al agua potable en una de las piedras angulares de su magisterio
También subrayó la necesidad de educar en la cultura del cuidado, alertando contra el derroche y la indiferencia. “Para nosotros los creyentes –afirmó– el agua no es una mercancía: es un símbolo universal y fuente de vida y salud”. En la línea de San Francisco de Asís, su modelo espiritual, el Papa recordaba que en la tradición cristiana dar de beber al sediento es una obra de misericordia que hoy debe traducirse en políticas efectivas y solidaridad concreta.
Amazonía, África, Oriente Medio: una Iglesia que escucha el clamor del agua
El compromiso del Papa Francisco con el agua se expresó también en su cercanía a comunidades concretas afectadas por la falta de acceso al recurso. En el Sínodo de la Amazonía (2019) y en la exhortación Querida Amazonia (2020), denunció la contaminación de los ríos y el impacto devastador de la minería ilegal y la deforestación en los pueblos indígenas.
Su encíclica Laudato si’ supuso un punto de inflexión al situar la cuestión del agua en el centro del debate ético, social y ambiental
Apoyó el trabajo de redes como REPAM y Caritas, así como proyectos de “universidades del agua” y educación ambiental en América Latina y África. En 2022, durante el 9º Foro Mundial del Agua en Dakar, reiteró su mensaje: “Nuestro mundo está sediento de paz, como de agua”. Y lamentó que miles de comunidades en conflicto –como Siria, Irak o Sudán del Sur– vean destruidas sus fuentes hídricas por guerras o negligencias.
Un legado para todos los actores del sector del agua
El Papa Francisco no era ingeniero, hidrólogo ni gestor. Pero supo leer con claridad los grandes desafíos del agua en el siglo XXI, y ofreció al mundo una brújula ética indispensable. Su legado interpela a gobiernos, empresas, ONG, instituciones académicas y medios de comunicación: el agua no puede seguir siendo símbolo de exclusión o fuente de conflicto.
En un tiempo de emergencia climática, Francisco enseñó que garantizar el agua potable para todos es una prioridad ética y ecológica. Su insistencia en el vínculo entre el cambio climático y la escasez hídrica ayudó a elevar esta agenda a nivel global.
Desde Laudato si’ hasta sus últimos mensajes, Francisco dejó claro que el agua es mucho más que un recurso: es una condición para la vida, una expresión de la fraternidad humana y un espejo de nuestras prioridades como civilización.
Hoy, el sector del agua pierde a una de sus voces más influyentes. Pero su mensaje –“Defender el agua es defender la vida”– seguirá guiando el trabajo de quienes, desde la ciencia, la ingeniería, la política o la espiritualidad, luchan para que el agua llegue a todos y no falte nunca a quienes más la necesitan.