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Pasado, presente y futuro del regadío en España

  • Pasado, presente y futuro regadío España
    Fotografía: Pablo González-Cebrián/iAgua.

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La agricultura es, desde hace muchos años, el sector que más agua consume en España, abarcando dos tercios de la demanda total del recurso. Un dato convertido a tendencia que pone sobre el centro del debate una y otra vez la necesidad de dar un paso más y aprovechar las oportunidades que ofrece la tecnología al sector, con el fin de lograr un mayor aprovechamiento del agua y una mayor eficiencia en los sistemas de riego. Y, para avanzar, a veces es tan necesario echar la vista atrás como evaluar la situación actual.

Una mirada a la historia del regadío español

Si bien los primeros vestigios importantes de obras hidráulicas referentes al riego en España aparecen bajo el Imperio Romano (a ellos se les atribuye las bases del desarrollo del regadío en Levante, Cataluña y Andalucía oriental), su verdadero precursor se dio durante la época musulmana.

Tras pasar al olvido durante el dominio visigodo, el regadío experimentó su esplendor con la civilización árabe. Su procedencia de países extremadamente secos trajo con ellos el conocimiento frente a la escasez de agua y una enorme capacidad de aprovechamiento: no solo conocían bien los sistemas de riego empleados en Mesopotamia y Egipto, sino que además mejoraron todas las técnicas heredadas de la época romana en la Península. A ellos se les debe la difusión de la noria y el perfeccionamiento de los sistemas de conducción de agua para riego (acequias, azudes o canales), la coexistencia de los sistemas de riego por inundación y por surcos, en conjunto conocidos como “riegos históricos”, así como importantes avances en las formas de gestión colectiva en distribución de aguas.

En los últimos años se ha dado una notable expansión de los sistemas de riego localizado, más eficientes y con demandas de agua menores

También en esta etapa de “iniciación” se recoge la continuidad de Jaime I, la aportación de Carlos III y el pensamiento de Jovellanos. En un primer periodo en el que se puede englobar a los dos monarcas, se enmarca una nueva política agraria global, demográfica y de abastecimiento. Con el tiempo, estas dan lugar a una política hidráulica y a la consagración de los canales de riego y navegación, siendo el origen de obras tan significativas como el canal de Tauste y su importancia histórica como primera obra hidráulica de riego de Europa, la Acequia Real del Júcar o la terminación del canal Imperial de Aragón. Sin embargo, esta no fue la mejor época del regadío español, pues en cuanto a su fomento apenas se consiguió mantener lo heredado por los árabes. No fue hasta el siglo XVIII cuando Jovellanos impulsó la política hidráulica española a través de su ley agraria, considerando las transformaciones del regadío como algo esencial para el desarrollo agrario, y que fue en paralelo con la legislación específica en materia de aguas años posteriores (Ley de Aguas, 1879). 

Es Joaquín Costa, ya a finales del siglo XIX, quien recoge el legado de todos los antecesores históricos en materia de regadíos e inicia una segunda etapa en la que se gana el título de padre de la política hidráulica española. Movido por la hambruna que atravesaba el país, Costa impulsó el desarrollo de grandes infraestructuras hidráulicas que sirvieron para regular las cuencas hidrográficas españolas como el Canal de Tamarite (más tarde llamado de Aragón y Cataluña con 104.000 hectáreas), el Canal de Sobrarbe (102.000 hectáreas) y el embalse de Gállego. Bajo la corriente del regeneracionismo, la política hidráulica se eleva a política central, donde se da por primera vez la intervención del Estado en materia de transformación en regadío, y se entiende al fin como un proceso de transformación de la agricultura extensiva y tradicional a la intensiva y moderna a través del regadío. “Lo que la agricultura necesita con más urgencia es transformarse gradualmente, combinando el regadío con el secano y desterrando el barbecho de los secanos mediante el riego, mucho o poco, el empleo de los abonos químicos y la alternativa de cosechas y el cultivo intensivo de regadío”, escribió Costa en su libro “La fórmula de la agricultura española”. Es en esta época cuando no solo se produce la mayor expansión del regadío en nuestro país, pasando de poco más de un millón de hectáreas a más de 3.400.000 antes de que acabe el siglo XX, sino que también fue la base ideológica del primer Plan Nacional de Obras Hidráulicas (redactado por Gasset en 1902).

agricultura

La tercera y última etapa hasta la fecha comenzó a finales del siglo XX. En ella se avanza progresivamente en los instrumentos legales relativos a la gestión del agua con la aparición del Plan Nacional de Regadíos, los planes hidrológicos de cuenca y el Plan Hidrológico Nacional. En este sentido, España es pionera en la creación de las Confederaciones Hidrográficas -la primera fue la del Ebro en 1926- para gestionar el agua a nivel de cuenca. Este modelo fue posteriormente imitado por Europa en la Directiva Marco del Agua, en la que se obliga a todos los países miembros a gestionar el agua por Demarcaciones Hidrográficas, si bien añadiendo también las aguas colindantes al mar en la desembocadura de los ríos.

Las ideas de Costa fueron plasmadas y aplicadas posteriormente por Lorenzo Pardo, el primer presidente de la Confederación del Ebro y precursor de la moderna planificación hidrológica de España. Pardo redactó el Plan Nacional de Obras Hidráulicas de 1933 (vigente hoy en día) en el que se encuentra, por primera vez, una visión integradora de la planificación hidrológica. En 1939, la política de regadíos se une a la de colonización. Su objetivo era el asentamiento de colonos en las tierras expropiadas en las Grandes Zonas Regables ejecutadas por el Estado, y que da paso a la Ley de Grandes Zonas Regables de 1949, todavía vigente, que supuso la intervención total del Estado en materia de grandes regadíos.

El estado actual del regadío en España

Según el Informe sobre Regadíos en España 2018, la superficie total de regadío se estima en 3.774.286 ha, un 1,08% más que en 2017 con 3.733.695 ha y un 3,25% más que en 2016 con 3.655.417 ha, siendo las Comunidades Autónomas de Andalucía con el 29,20% del total (1.102.124 ha), Castilla-La Mancha con el 14,67% (553.969 ha), Castilla y León con el 11,88% (448.680 ha) y Aragón con el 10,83% (408.996 ha) las que albergan mayores porcentajes de superficie regada. Tras ellas se sitúan Comunidad Valenciana, Extremadura, Cataluña y Región de Murcia, representando en conjunto el 27,13% del total de los regadíos españoles.

Que la agricultura siga siendo el mayor usuario de agua vaticina un futuro en el que o nos adaptamos o nos quedamos sin agua

El aumento de la superficie de regadío de los últimos años también se ha visto reflejado en los distintos sistemas de riego: se ha dado una notable expansión de la superficie regada mediante sistemas de riego localizado, mucho más eficientes y con demandas de agua menores, en detrimento de la superficie regada mediante el sistema de gravedad, en la que el consumo de agua es mucho mayor. Así, la superficie de riego localizado en la actualidad supera la mitad de la total con 1.988.525 ha (un 52,69%), el riego por gravedad ocupa 908.075 ha (un 24,06%), el riego por aspersión 560.177 (un 14,84%) y el riego automotriz 317.509 ha (un 8,41%).

De esta forma, la superficie de riego localizado se encuentra en su mayoría en Andalucía (42,77%) con cultivos leñosos, aunque también se da en Castila-La Mancha (17,44%), Comunidad Valenciana (10,40%) y Región de Murcia (8,23%). En cuanto a la superficie regada por gravedad, se encuentra en su mayoría en Aragón (20,31%), Andalucía (18,71%), Cataluña (13,73%), y Castilla y León (12,78%), debido fundamentalmente a la presencia de cultivos herbáceos en estas comunidades. Por su parte, el riego por aspersión se concentra en Castilla y León (27,70%), Aragón (21.55%), Castilla La-Mancha (18,11%) y Andalucía (11,79%), representando en conjunto el 79,15% de la superficie total regada mediante este sistema en España. Por último, la superficie regada por riego automotriz se distribuye fundamentalmente entre las dos Castillas: el 46,85% se da en Castilla y León y el 25,95% en Castilla-La Mancha, sumando entre ambas el 72,80% del total, seguidas de Aragón con el 11,17% del total nacional.

Cabe mencionar también la superficie de regadío destinada a cada uno de los principales grupos de cultivos que se dan en España, siendo los cereales el de mayor superficie con 889.441 ha (23,57%), seguidos por el olivar con 818.505 ha (21,69%) y el viñedo con 389.553 (10,32%).

Todas estas cifras reflejan la gran diversidad de la agricultura española, adaptada a la peculiar pluviometría del país, donde las regiones del norte apenas necesitan agua para regar y las del sur no siempre disponen de ella; y con la capacidad de transformación que las nuevas demandas desde el punto de vista del comercio y los desafíos actuales como el cambio climático requieren.

Riego

Hacia un nuevo paradigma del regadío español

Que la agricultura siga siendo el mayor usuario de agua no hace más que vaticinar un futuro en el que o nos adaptamos o nos quedamos sin agua. La planificación de los regadíos en España constituye una tarea obligada, y debe responder a una serie de principios y directrices que tengan en cuenta los cambios institucionales, económicos y sociales de nuestro país, así como las nuevas tendencias.

Estas tendencias que harán evolucionar al sector vienen determinadas por las tendencias demográficas, el cambio climático y la escasez de recursos; un trinomio que marcará los principales retos y oportunidades para el sector del regadío español. La manera de hacerle frente no será solo a través de la inversión en I+D+i; sino que también exigirá una alta cualificación de profesionales que sean capaces de implantar y gestionar sistemas productivos innovadores.

Así, las innovaciones y las mejoras tecnológicas van a marcar la adaptación a las tendencias futuras del sector. El uso de las tecnologías como los Sistemas de Información Geográfica (SIG), la teledetección, los drones, los softwares de gestión y monitoreo o las apps móviles para la gestión de las explotaciones agrarias y el control del riego ya han cambiado casi por completo la forma de entender el regadío español, no solo enfocado a aumentar la producción, sino a hacerlo siendo, además, económica y ambientalmente sostenible. Este aumento de la tecnificación refleja una coherencia con las políticas de regadío desarrolladas en los últimos años, encaminadas a lograr una agricultura sostenible y eficiente. Lo que es, sin duda, el camino a seguir.

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