La decisión de la administración Trump de desmantelar la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) ha generado un intenso debate en la comunidad internacional. Mientras el gobierno argumenta que esta medida responde a una estrategia para optimizar el uso de los fondos y alinear la ayuda exterior con los intereses nacionales, críticos advierten que podría afectar a millones de personas que dependen de los programas de agua y saneamiento (WASH).
Ineficiencia y estructura de USAID: razones detrás de la decisión
Desde su fundación en 1961, USAID ha sido un pilar de la asistencia humanitaria global, financiando programas en agua, saneamiento, salud y desarrollo económico en más de 120 países. Sin embargo, sectores conservadores han cuestionado su estructura, señalando el alto número de contratistas y argumentando que su trabajo no siempre está alineado con los intereses nacionales. Según un artículo de The New York Times firmado por Noah Weiland y Stephanie Nolen, la administración Trump considera que USAID ha funcionado como un intermediario costoso, sin garantizar resultados tangibles en el desarrollo internacional.
El presidente Trump, junto con Elon Musk, líder del recién creado Departamento de Eficiencia Gubernamental, sostiene que USAID ha representado un gasto innecesario del presupuesto federal. Argumentan que su eliminación no generará ahorros significativos, pero permitirá una reestructuración alineada con la política de “América Primero”.
Preocupaciones sobre el acceso global al agua y la seguridad
Expertos en agua y seguridad han manifestado su preocupación por la reducción de la inversión en programas WASH financiados a través de USAID. Circle of Blue en un artículo de Brett Walton cita a John Oldfield, consultor de políticas globales de agua, quien advierte que esta reducción podría generar inestabilidad en regiones vulnerables y abrir espacio para la influencia de otros actores internacionales como China y Rusia.
El presidente Trump, junto con Elon Musk, sostiene que USAID ha representado un gasto innecesario del presupuesto federal
El informe de la Evaluación Nacional de Amenazas de EE. UU. también subraya que la escasez de agua, agravada por el cambio climático, podría aumentar los conflictos en regiones como el Medio Oriente, Centroamérica y el Sahel, impulsando la migración forzada y la inestabilidad regional. Esto contrasta con la visión del presidente Trump, quien en su orden ejecutiva del 20 de enero afirmó que la ayuda exterior “no está alineada con los intereses estadounidenses y en muchos casos es contraria a los valores nacionales”.
El debate sobre las prioridades del gasto público en agua y saneamiento
Uno de los principales puntos de discusión es la asignación de fondos a programas internacionales cuando EE. UU. enfrenta desafíos internos significativos en infraestructura hídrica. En 2023, USAID destinó más de 1.200 millones de dólares a proyectos de agua y saneamiento en el extranjero, mientras que ciudades como Jackson, Mississippi, sufrían crisis de agua potable por falta de inversión en infraestructura local.
“La pregunta es simple: ¿por qué solucionar problemas de agua en el extranjero mientras nuestros propios ciudadanos carecen de servicios adecuados?”, expresó un alto funcionario del gobierno.
No obstante, críticos de la medida sostienen que la inversión en agua en el extranjero también beneficia a EE. UU. a largo plazo. Según Circle of Blue, los programas WASH de USAID no solo proporcionan acceso al agua potable en comunidades vulnerables, sino que también ayudan a prevenir crisis futuras y conflictos que eventualmente pueden afectar la estabilidad global y, en consecuencia, los intereses estadounidenses.
Un nuevo modelo de cooperación hídrica
Más que un retiro de la escena internacional, la administración Trump plantea una reestructuración de la cooperación global en materia de agua. En lugar de dispersar fondos en múltiples proyectos, se buscará establecer acuerdos comerciales estratégicos y proporcionar apoyo técnico a los países en desarrollo, promoviendo la inversión privada y reduciendo la dependencia de la asistencia de EE. UU. Sin embargo, este énfasis en la participación del sector privado no es nuevo. USAID, como indicó la coordinadora global de agua Nancy Eslick en una entrevista con Smart Water Magazine, tiene un importante compromiso con la colaboración público-privada, reconociendo que ningún actor individual —ya sea un donante bilateral, un banco multilateral de desarrollo, el sector privado o los recursos nacionales— podía cerrar por sí solo la brecha de financiamiento global de 1 billón de dólares necesaria para lograr la seguridad hídrica mundial.
Críticos de la medida sostienen que la inversión en agua en el extranjero también beneficia a EE. UU. a largo plazo
Chris Rich, director ejecutivo de la U.S. Water Partnership, afirmó en Circle of Blue que la cooperación internacional es esencial para abordar los problemas globales del agua y el clima. “No se puede simplemente cerrar las fronteras y esperar que los problemas desaparezcan”, declaró.
En un contexto geopolítico en el que China y Rusia han incrementado su influencia a través de la financiación de grandes infraestructuras hídricas, la Casa Blanca busca una estrategia más pragmática. “No estamos abandonando la cooperación internacional, estamos redefiniéndola para que sea más efectiva y alineada con nuestros intereses nacionales”, afirmó el Secretario de Estado, Marco Rubio.
Un cambio profundo con consecuencias por determinar
El cierre de USAID marca un cambio profundo en la política exterior estadounidense, con repercusiones significativas en el acceso al agua y saneamiento a nivel global. Mientras algunos advierten sobre el vacío que podría dejar en programas esenciales, la administración Trump defiende la medida como un paso hacia una cooperación internacional más eficiente y sostenible.
El debate sigue abierto, pero lo cierto es que la reestructuración de la ayuda exterior estadounidense ya está en marcha, y sus efectos en la seguridad hídrica global se sentirán en los próximos años.