Ignacia de Loyola de Palacio y del Valle Lersundi (1950-2006) fue la primera mujer Ministra de Agricultura de España y la primera española en ser vicepresidenta de la Comisión Europea. También fue la impulsora de los transportes en la UE y del proyecto Galileo, entre otros. Además, fue la primera política en tener una bitácora en Europa.
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En 1996 es nombrada Ministra de Agricultura, Pesca y Alimentación en el primer gobierno del Partido Popular tras ganar las elecciones generales celebradas ese año, puesto que ocupó hasta 1999 para ser cabeza de cartel del PP en las elecciones al Parlamento Europeo, convirtiéndose en la primera y única española vicepresidenta de la UE tras ganar las elecciones por mayoría absoluta. Después de abandonar el cargo en la Comisión Europea, ocupó la presidencia del Consejo de Política Exterior del Partido Popular, además de ser miembro del grupo de alto nivel de la Unión Europea y presidenta del think tank del Partido Popular Europeo.
Apasionada y comprometida con el campo, la carrera política de Loyola de Palacio tuvo una gran relevancia nacional e internacional, con la que recibió numerosas condecoraciones, entre las que destacan la gran cruz de la Orden de Isabel la Católica, la gran cruz de la Orden de Carlos III y la Gran Insignia de Honor en Oro con cordón al Mérito por la República de Austria. También fue nombrada oficial de la Legión de Honor y en 2013 y a título póstumo, la organización profesional agraria ASAJA le concedió su "Insignia de Oro", máxima distinción que otorga esta organización.
La figura de Loyola de Palacio
El profesor Ramón Llamas rendirá homenaje junto a tres de sus colaboradores (José María Esnaola, Pedro Arrojo y Javier Martínez Gil) a través de iAgua, que recogerá sus opiniones y experiencias en "La figura de Loyola de Palacio". En palabras de sus autores: "Con este blog queremos rendir un sencillo homenaje a Loyola de Palacio, la mujer que supo escuchar todas las opiniones sobre la política de aguas en España y en Europa. Quizá se debería dedicar mucho más espacio a Loyola precisamente por esa habilidad que desarrolló en grado sumo de incorporar opiniones distintas de las admitidas por la corriente imperante en materia de política hidráulica. Ella reunía las mejores condiciones para corregir el rumbo, errático muchas veces, de la política de aguas que lleva España hasta el día de hoy".