El agua es un recurso vital para la naturaleza y para el desarrollo económico. En España las precipitaciones son irregulares en volumen y muy distintas a lo largo de las estaciones del año. Para hacer frente a estas condiciones, hemos construido más de 2.000 presas y varios trasvases que llevan recursos hídricos por un canal de unas cuencas con otras. Esta regulación del caudal de los ríos ha producido un impacto negativo enorme en nuestros ecosistemas acuáticos y en la recarga de los acuíferos, llevándonos hasta la grave situación actual. Casi la mitad de nuestros ríos, humedales y acuíferos están en mal estado.
A pesar de la Directiva Marco del Agua y la propia Ley de Aguas para proteger nuestros ecosistemas acuáticos y acuíferos, no hemos sido capaces de poner en marcha todas las medidas necesarias para revertir esta situación, y su declive ha continuado a un ritmo alarmante. Además, ya estamos padeciendo los efectos del cambio climático. Sequías cada vez más largas e intensas se intercalan con episodios de lluvias torrenciales con consecuencias catastróficas, como los que vivieron al final del verano de 2019 en algunas zonas del sureste.
Mientras, hay sectores que siguen pidiendo más presas para afrontar las incertidumbres del cambio climático. Sin embargo, el agua que corre por los ríos o la que hay disponible en los embalses actuales ya se ha reducido desde los años 90, una situación que cada vez irá a más. En gran parte de las cuencas españolas (Duero, Ebro, Guadiana, Guadalquivir…) se prevén reducciones de más del 10% del agua superficial disponible.
De acuerdo con las estimaciones un 17% de Europa está afectada por estos problemas de escasez, entendida ésta como el desequilibrio entre las demandas de agua por parte de los usuarios, y la capacidad de las autoridades para atender dichas necesidades. Ante este escenario, la Comisión Europea ha apostado firmemente por la reutilización de las aguas residuales, como un mecanismo para afrontar los retos de escasez de recursos hídricos en el marco del Plan de Acción de Economía Circular. Actualmente se está trabajando en la definición de un marco normativo común para la reutilización del agua por parte de los Estados miembro.
Este marco regulatorio debe garantizar que el agua reutilizada es segura para los distintos usos a los que se destinen estos recursos, pero también, tiene que contribuir al cumplimiento de los objetivos ambientales de las diferentes Directivas de protección de la naturaleza. Esto es clave para el caso de la Directiva Marco del Agua, para la que la reutilización de las aguas residuales debe contribuir a resolver los problemas de escasez del agua, reduciendo las extracciones sobre los ríos, humedales y acuíferos.
Este es un tema capital, especialmente en países como España en los que la presión sobre los recursos hídricos es muy alta. A modo de ejemplo, los Planes hidrológicos de cuenca elaborados por las autoridades del agua reconocen que el 25% de los acuíferos (179 de 729) están gravemente sobreexplotados. Se extrae de ellos más del 80% de su capacidad de recarga (es decir, tienen un índice de explotación del 0,8), aunque ya se considera que existe un riesgo significativo de una extracción excesiva cuando ésta es a partir del 60% de la recarga natural.
Y es que, a pesar de que hay un vínculo con la Directiva Marco del Agua y la Comunicación sobre la escasez de agua y las sequías, en la aproximación normativa que está proponiendo la Comisión Europea no existen garantías de que los principios generales y los objetivos de la política de agua de la Unión Europea (por ejemplo, el cumplimiento del buen estado ecológico para todas las masas de agua) vayan a ser respetados. En este sentido desde WWF creemos que es necesario insistir en que la reutilización de las aguas residuales tiene que ayudar a aliviar la presión sobre los ríos, humedales y acuíferos, especialmente en aquellos casos que están hoy en día sobreexplotados.
Solo de esta forma, la reutilización puede considerarse ambientalmente positiva ya que supone una sustitución de las extracciones actuales sobre las fuentes de aguas superficiales o subterráneas sobreexplotadas. La reutilización del agua no debe contabilizarse como un recurso adicional que poder asignar a los usuarios del agua, ya que si no, se restan estos recursos de la cantidad de agua de las descargas residuales a los cauces. De esta manera, se estará de facto incrementado la presión sobre las masas de agua. En esta trampa contable están incurriendo algunos planes hidrológicos de demarcación, para justificar el reparto adicional de supuestos “nuevos recursos” en sus balances hídricos, entre aquellos usuarios que demandan más agua, cuando en realidad estos nuevos recursos no existen.
Desde WWF España vemos con preocupación cómo la Comisión Europea no está estableciendo de manera clara los vínculos entre la reutilización del agua y la necesidad de cumplir con los objetivos de buen estado de todos los ríos, humedales y acuíferos. No debemos olvidar que las presiones de extracción de recursos no son el resultado de la escasez de agua; de hecho, la extracción desmedida en los ríos y acuíferos conduce ineludiblemente a la escasez de agua. Por ello, pedimos a la Comisión Europea que incluya claramente estos vínculos en los objetivos de las normas comunitarias que está elaborando, así como en las disposiciones que regulen la reutilización de las aguas residuales en el ámbito europeo. De no ser así, estaremos engañándonos a nosotros mismos, con una ilusión de nuevos recursos hídricos, a costa de la salud de nuestros ríos y acuíferos.