Conocí a Luis hacia el verano del 2002, siendo yo un chaval de veintiséis años, cuando me entrevistó para un puesto en Pridesa, siendo él, director general. Buscaba cubrir dos posiciones para impulsar el desarrollo internacional de la compañía que acabamos cubriendo José Díaz-Caneja, el actual CEO de ACCIONA Agua y yo.
Lo primero que me llamó la atención sobre Luis era su cercanía, más teniendo en cuenta la diferencia jerárquica y de edad que había entre él y yo. Era de esas personas que dejaba lo que estuviera haciendo en ese momento para prestarte toda la atención cuando entrabas en su despacho. Si, además, era por un asunto no profesional, su dedicación era aún mayor, como pude comprobar recién incorporado a la compañía.
A las pocas semanas de entrar en Pridesa ocurrió en mi familia un suceso algo dramático y casi trágico por un naufragio que sufrió mi hermana, que le tuvo a ella y a su entonces marido tres días desaparecidos en alta mar en el Atlántico. Recuerdo perfectamente la reacción inmediata de Luis, involucrándose personalmente y ofreciendo todo el apoyo que pudo.
Como escribió Dale Carnegie: «El raro individuo que desinteresadamente trata de servir a otros tiene una enorme ventaja. Tiene poca competencia». Ese era Luis. Hay varios ejemplos que conocemos varios en los que Luis se involucró personalmente para echar una mano en situaciones complicadas, no solo a amigos, sino también a exempleados de ACCIONA con los que ya no tenía una relación directa.
Con el tiempo y compartiendo innumerables viajes de trabajo, fui conociendo el lado más personal de Luis. Tenía aficiones y conocimientos de lo más diversos. Te hablaba igual de pesca con mosca, de setas, ajedrez, de cómo hacer pan o de lo mucho que le gustaban los Siete Magníficos de John Sturges. También te permitía entrar en su faceta más personal, presumiendo con orgullo de lo bien que lo había hecho su hija en el discurso de graduación en el colegio o contándote detalles de sus viajes familiares en verano.
Luis era una persona con la que sencillamente daba gusto estar. Era un tipo tremendamente curioso con el que era imposible aburrirse en una comida o cena en la que él estuviera. Tenía un sentido del humor especial y una capacidad natural para empatizar con la gente, que sin duda también contribuyó a su éxito profesional.
En el trabajo fue un claro referente para muchos de nosotros. Sabía hacer equipo y siempre supo ganarse la confianza de sus superiores en todas las transiciones delicadas que tuvo que afrontar: la compra de Pridesa por Thames Water, la fusión de Pridesa y Ondagua, la compra de Pridesa por parte de ACCIONA y posterior fusión con Infilco e integración en el Área de Infraestructuras. En todos esos casos, quien tuvo que tomar la decisión opinó, con gran acierto, que Luis era la persona adecuada para liderar el proyecto.
Coincidiendo con la transición de Luis a CEO de ACCIONA Infraestructuras a finales de 2013, decidí dejar ACCIONA para vivir la aventura de estar expatriado con mi familia trabajando para una compañía pública en Abu Dabi, que resultó ser una fantástica experiencia. Luis no solo me ofreció el apoyo en la difícil decisión de salir de la compañía, sino que durante el periodo de tres años que estuve fuera, teniendo él una posición tan exigente y demandante como la que tenía, hizo el esfuerzo de permanecer en contacto conmigo, buscando hueco en su agenda para vernos cuando estaba por España. En una de esas comidas, hacia finales de 2016, me propuso el regreso a ACCIONA, cosa que siempre le agradecí.
El vacío que deja Luis es muy grande, sobre todo para su familia. Ha sido especialmente cruel que haya sucedido en este momento de su vida. Le imagino como un jubilado feliz, pleno, disfrutando de las múltiples aficiones que tenía y, sobre todo, de su familia y su nieto, del que hablaba con tantísima ilusión.
Se ha ido una persona excepcional que echaremos mucho de menos. DEP.