¿Qué es la hidropolítica?

Una rama de las ciencias sociales desarrollada con gran perseverancia desde el ámbito académico es sin duda la Ciencia Política, misma que siguiendo a Bobbio (1998) se dedica al estudio y análisis de las actitudes de los actores políticos y de los ciudadanos de acuerdo con unas variables científicas previamente establecidas, premisas que teniendo como referencia a autores como Giovanni Sartori (2011), son ampliamente explicadas en su obra “Cómo hacer ciencia política”.

Sin embargo, con el desarrollo de la humanidad, la Ciencia Política ha tenido que expandir su ámbito de estudio a través de una serie de ramificaciones, siendo una de ellas aquella que se encarga de la gestión de uno de los recursos naturales más importantes, el agua. Fue Waterbury (1979), quien definió la hidropolítica como la capacidad asociada a las instituciones con carácter geopolítico para manejar y gestionar los recursos hídricos compartidos de una manera sostenible, esto es administrando de tal manera que todos los involucrados reciban el recurso, disminuya su despilfarro y se eviten conflictos relacionados a su acceso.

Podemos entender al agua como un recurso geopolítico, pues su gestión y cambio pueden llegar a afectar directamente a una región determinada

Conceptualmente desde este enfoque, podemos entender al agua como un recurso geopolítico, pues su gestión y cambio pueden llegar a afectar directamente a una región determinada, por ello dado su carácter geoestratégico, su gestión no puede, ni debe estar reservada a una élite, sino al contrario debe ser entendida, discutida y evaluada por todos los actores políticos.  De tal suerte, que la hidropolítica guarda una estrecha relación con la política exterior de los Estados, pues de ésta depende la correcta gestión de las aguas transfronterizas, mismas que pueden evitar las tan temidas “guerras del agua” en el siglo XXI, que tienen repercusión en el debate a partir de las declaraciones de Ismael Serageldin, Vicepresidente del Banco Mundial (1995), quien vaticinó que si bien es cierto, las guerras en el siglo XX fueron por el petróleo, las del nuevo milenio serían por el agua.

Sin embargo, autores como Aaron Wolf (2007), de la Universidad Estatal de Oregón, se han encargado de bajar las tensiones en este sentido, pues explican que la mayoría de estos conflictos no se producen por la escasez del agua en sentido estricto, sino al contrario por dos factores: a) alteraciones significativas que afecten la cuenca (construcción de trasvases o presas); y, b) los errores en la gestión política de la situación (falta de conocimiento de hidropolítica por parte de los gestores).

En mi opinión, resulta interesante como el estudio sistemático del gobierno, de la política y el comportamiento político, desde la Ciencia Política, puede verse especializado gracias al carácter geoestratégico que tiene el agua a través de la hidropolítica; ya que en este campo también las relaciones de poder y la toma de decisiones políticas pueden tener impactos directos en nuestras vidas, tal es el caso del uso del agua como forma de dominación o de control del poder.  Por ello es trascendental que los políticos incorporen en sus agendas el manejo del agua (hidropolítica) y no busquen solamente el beneficio económico que puede dejar la explotación de los recursos naturales.