Me siento a escribir estas líneas en las mismas oficinas de Erandio, donde conocí a Luis Castilla ahora hace veintidós años, cuando llegó a Pridesa, y me asaltan los recuerdos. Pero por encima de esos recuerdos me afloran los sentimientos, y son estos sentimientos sobre los que quiero dejar constancia.
En primer lugar, humildad y sencillez. No olvidaré lo primero que nos dijo cuando se presentó ante nosotros: «Siempre había deseado incorporarme a Pridesa por su impulso, agilidad y visión del sector». Estas palabras suponían una declaración de principios que se han mantenido y reforzado durante estos años de liderazgo.
Un liderazgo basado en el rigor y la comprensión. Rigor a la hora de acometer proyectos atractivos y estimulantes para todos, y a la hora de exigir esfuerzo y calidad en el trabajo, pero comprensivo ante la infinidad de circunstancias personales y profesionales que rodean toda nuestra actividad.
Una actividad, el sector del agua, por la que sentía pasión. Esta pasión la transmitía continuamente y trascendía del ámbito laboral. Su curiosidad alimentaba debates, alternativas, soluciones… Todo ello bajo una necesidad, diría yo, de disfrutar con lo que hacía, con lo que impulsaba y promovía con entusiasmo contagioso.
En especial, bajo mi punto de vista, destacaba el compañerismo y la cercanía, en los buenos momentos y en grandes logros, pero, sin duda alguna, en los duros momentos que nos ha tocado vivir. Recuerdo con claridad los difíciles momentos del fallecimiento de nuestro compañero Primitivo Abengozar en 2003. El acompañamiento y cariño de Luis, en especial con la familia de Primi, cuyo ejemplo de valores perdura hasta hoy con el premio que lleva su nombre, es un símbolo de grandeza humana. El pésame de Paco, hermano de Primitivo, en nombre toda su familia de hace unos días, recordando la última vez que estuvimos los tres en junio de este año, así lo atestigua.
Cuántos colegas del departamento me han comentado las veces que Luis ha mandado un mensaje, un recuerdo, ha preguntado por un restaurante de alguna localidad y me decían: «¡Se acuerda de mi nombre!» ¡Claro que se acordaba! Y se preocupaba por todos y cada uno de nosotros.
Tengo un fuerte sentimiento de orgullo por haber podido compartir con Luis todos estos años de aventura empresarial y de crecimiento personal y profesional. Y me queda el agradecimiento por su ejemplo y liderazgo que nos guía y anima a seguir adelante, seguir creciendo y consiguiendo nuevos logros tanto profesionales como personales. Lo contrario sería pervertir su legado.
Finalmente, no quiero acabar estas líneas sin decirte, querido Luis, ¡cuánto te echamos de menos!