Uno de los grandes temas de debate alrededor del cambio climático y cómo aminorar sus efectos es la gestión de los residuos y, más concretamente, resultará importante la gestión de los plásticos tras su uso.
Se estudian diversas opciones teniendo en cuenta sus pros y sus contras como el reciclado de los mismos (mecánico, químico), su combustión para obtener energía, etc. La legislación acerca de este aprovechamiento final de los plásticos utilizados va tomando formas más estrictas con el propósito de cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) establecidos por la ONU en 2015 con el compromiso de 193 países de todo el mundo.
Dentro de los residuos plásticos existe una categoría que puede que se vea considerada como contaminante emergente en unos años: los microplásticos. Esta palabra ha ido acrecentando su interés a lo largo de los años, como demuestra la evolución exponencial del número de publicaciones científicas acerca de los microplásticos.
Una de las razones del creciente interés en estas micropartículas podría ser su influencia en nuestra salud, pero, por el momento, no existen evidencias de que sean dañinas para la salud humana según informó la OMS en el año 2019. Aun así, la eliminación de microplásticos es de gran interés medioambiental y, obviamente, podrían ser descubiertos efectos en el ser humano en los próximos años.
La pregunta entonces es, ¿qué hacemos con los microplásticos?
Esta pregunta se puede responder desde dos perspectivas distintas: por un lado, para conocer la situación presente del tratamiento de microplásticos en estaciones de tratamiento de aguas residuales y, por otro lado, desde una perspectiva de futuro. Actualmente se consiguen eliminar en estaciones de tratamiento de aguas cantidades superiores al 80% de microplásticos contenidos en las aguas de entrada, según datos de un informe de la Secretaría de Estado de Medio Ambiente del año 2017; por diferentes tratamientos (primarios, secundarios e incluso terciarios en las estaciones más desarrolladas) llegando a eliminaciones de hasta el 90% en diferentes países según diversos estudios. Se observa por tanto que la eliminación no es completa y por ello se investiga en la actualidad en diversas líneas y métodos para mejorar esas eficiencias. Aquí es donde saltan las alarmas con respecto a la perspectiva futura. No existe una metodología estándar para la caracterización de microplásticos.
Esto llama enormemente la atención desde fuera del ámbito de investigación de este tipo de partículas y resalta la enorme complejidad del tema, debido a los polímeros involucrados, cuyo tratamiento es especialmente complicado.
De momento, confiando en el avance científico en este aspecto y siendo consciente de los tiempos que conlleva conseguir una metodología común para caracterizar los polímeros de estas micropartículas contenidas en agua, solo queda seguir planteándonos qué hacer con los microplásticos.