La cumbre del clima de París (COP21), con un histórico acuerdo universal y vinculante, renueva las esperanzas de que otro estilo de vida es posible, más cercano, en armonía y respeto con la naturales y sin perder un ápice de calidad de vida, es más en muchos cosas la mejoraría.
Afortunadamente y para constatar que lo expuesto en esta cumbre es posible, os dejamos unos ejemplos de ciudades que ya han conseguido compaginar convivencia y sostenibilidad.
Para comenzar es imprescindible mencionar en el Reino Unido dos pequeños pueblos que están llevando a cabo acciones transformadoras. Uno de ellos es Totnes, que ha sido el pionero de las llamadas comunidades de transición. Un movimiento nacido en 2005 que aboga por una comunidad sostenible, basada en la agroecología y la permacultura, que promueve el comercio local. Una revolución pausada y silenciosa, que consciente del cambio climático al que nos lleva (y está llevando) la contaminación ha optado por otra forma de hacer el día a día.
Pues bien, esta comunidad posee en sus calles y en plena crisis una explosión de comercios locales, huertos urbanos de uso público, además cabe destacar que el comercio local de cafeterías apoyado por el conjunto de la sociedad prevaleció frente a una multicompañía que quería abrir sus puertas en la zona, manteniendo puestos de trabajo y fortaleciendo la economía local. Totnes es la primera ciudad de Gran Bretaña en contar con su propia moneda local, la libra de Totnes.
En último lugar cabe resaltar el proyecto de descenso energético que se está llevando a cabo, casa por casa. Se trata de impulsar medidas de aislamiento y eficiencia energética, además de dotar a los tejados con paneles solares. Todo esto repercutiendo de forma positiva tanto para la atmósfera como para el bolsillo de los ciudadanos.
Por otro lado, Todmorden, que en sus últimos años ha cambiado por completo su “dieta” realizando acciones que consoliden su seguridad y soberanía alimentaria. Actualmente es en términos gastronómicos casi autosuficiente y de hecho espera serlo para 2018. ¿Cómo? Simplemente creando huertos en más de 70 espacios públicos, cuyos frutos están a disposición de lugareños y turistas. Esto a su vez ha aumentado el autoconsumo, el comercio local y la cría de pollos autóctonos dentro del pueblo.
Pasamos de la ciudad que se autoabastece y del primer pueblo en transición para hablar de Freiburg, capital alemana del sol. Nunca mejor dicho, ya que se trata de la ciudad que más energía solar emplea por habitante del mundo.
Con un 50% del término municipal ocupado por espacios verdes, más de 160km de pistas para bicis, una recogida selectiva de residuos, esta urbe lleva desde los años 80 convirtiéndose granito a granito de arena en una ciudad auto sostenible.
Como puntos fuertes en eficiencia energética se ha generalizado la descentralización de la energía eléctrica. Asimismo se han construido dos barrios con criterios ambientales y sociales, cuyos edificios deben satisfacer las normas de bajo consumo energético al igual que el resto de viviendas de la ciudad.
A continuación viajamos a Malmö en Suecia, que es además de un ejemplo de ciudad sostenible un ejemplo de superación ante la adversidad. Ya que, cuando miles de personas fueron despedidas en el cierre de los astilleros a finales de los 80, la ciudad decidió dar un giro de 180 grados, transformándose poco a poco en un ejemplo de urbe basada en la sostenibilidad y la conservación del medio ambiente.
Convirtieron la zona industrial abandonada en un distrito residencial y comercial cuyas necesidades energéticas se cubren íntegramente con energías renovables producidas localmente. Además cuenta con viviendas de bajo consumo eléctrico y en muchas de ellas se han instalado cubiertas verdes. Es la ciudad con las azoteas ajardinadas más extensas del mundo, unos 10.000 m² e impulsan la movilidad sostenible a través de sus 420 km de carriles bici.
Por último, salimos de Europa para viajar a Kamikatsu, una villa japonesa que está trabajando para convertirse en 2020 en la primera del mundo que no genere residuos.
Cuando su incinerador no pudo cumplir con los niveles de control de dioxinas, el alcalde decidió cerrarlo y fomentar un proyecto de reciclaje, que consistió básicamente en que en lugar de quemar basura, simplemente dejarían de producirla. Así pues, cada vecino utiliza sus residuos orgánicos para producir abono y separa el resto en 44 categorías, que serán posteriormente recicladas o reutilizadas en caso de estar en buen estado (muebles, zapatos etc.) destinándose a la venta en una tienda llamada Kurukuru-shop. De esta forma un 90% de los desechos son reciclados y se espera que en seis años consigan llegar al 100%. La iniciativa se está extendiendo ya a otros pueblos de Japón, que han reconocido la importancia de este proyecto.
Querer es poder