Este mes de marzo ha llovido mucho. Ha llovido tanto, que ya es oficialmente el marzo más lluvioso del siglo XXI en Cataluña. Hemos visto imágenes de ríos llenos, embalses que recuperaban color y paisajes que volvían a respirar. Agua a raudales, registros excepcionales y una sensación de alivio colectivo. Pero no nos llevemos a engaño: una primavera generosa no compensa cuatro años de sequía continuada. Y no, no podemos permitirnos el lujo de volver a bajar la guardia.
La sequía que hemos sufrido desde 2020 no ha sido solo una más. Ha sido la más intensa y prolongada en décadas, con impactos muy graves sobre el suministro urbano, el riego agrícola, los ecosistemas fluviales y la gestión cotidiana del agua. Ha puesto al límite infraestructuras y sistemas que hasta hace poco creíamos robustos. Pero también ha hecho emerger una realidad que ya no podemos ignorar: Cataluña ha entrado en una nueva era hídrica.
El cambio climático no es una hipótesis futura, sino una realidad presente. Y en esta nueva realidad, los regímenes de lluvia son más erráticos, las sequías más recurrentes y las reservas más frágiles. Por este motivo, era fundamental dar un paso adelante. Y exactamente eso es lo que hicimos el 27 de agosto de 2024, cuando el Gobierno aprobó la Estrategia para la seguridad hídrica.
En 2029 seremos capaces de producir más de 400 hm³ al año de agua no procedente de la lluvia, el doble que en la actualidad
Esta estrategia representa un cambio de paradigma. El objetivo central es muy claro: garantizar que, en situaciones de sequía severa, como las que ya hemos vivido, hasta el 70% del agua para uso urbano provenga de fuentes no convencionales. Es decir, de recursos independientes de la lluvia: desalinización, agua regenerada, aprovechamiento de los acuíferos y conexiones estratégicas entre sistemas. Es una apuesta por la resiliencia, la innovación y la soberanía hídrica.
ATL, como operador de abastecimiento en alta, tiene un papel clave en esta transformación. No solo gestionamos infraestructuras fundamentales para millones de ciudadanos, sino que también lideramos la implementación de acciones que marcarán el futuro de nuestro sistema: nuevas potabilizadoras y desaladoras, y mejoras tecnológicas que permiten aumentar eficiencia y calidad.
Esta nueva etapa no se puede construir desde la improvisación ni desde la inercia. Hace falta planificación, inversión y colaboración. La estrategia es, en este sentido, un plan coral, en el que participan la Agencia Catalana del Agua, el Área Metropolitana de Barcelona, las administraciones locales y muchos otros actores. Cada territorio, cada río, cada red tiene sus especificidades, y la clave es coordinar esfuerzos con visión global y acción local.
Pero nada de esto será suficiente si no hay también un cambio cultural. Debemos dejar atrás la idea de que el agua es un recurso ilimitado. No lo es. Debemos asumir, como sociedad, que hay que hacer un uso responsable, inteligente y eficiente. En los hogares, en los campos, en la industria y en la administración. La sostenibilidad no es una moda: es una necesidad.
No debemos caer en la trampa del optimismo meteorológico. Que este marzo haya llovido como nunca no puede hacernos olvidar que venimos de una situación crítica y que, muy probablemente, volveremos a ella más pronto que tarde. Pero esta vez, estaremos más preparados. Porque estamos haciendo los deberes. Porque estamos cambiando las reglas del juego. Y porque sabemos que el agua no puede ser motivo de conflicto, sino herramienta de cohesión y progreso.
Cataluña está decidida a dejar de vivir pendiente del cielo. Estamos construyendo un modelo híbrido, resiliente y avanzado, capaz de responder a los desafíos que ya son parte del presente. Un modelo que proteja a las personas, los ecosistemas y el futuro. Y desde el ATL, estamos comprometidos a liderar este camino con responsabilidad, transparencia y determinación.