Somos afortunados, los que podemos ver como día a día, la conciencia mundial sobre protección del medio ambiente crece y avanza imparable. Pero… ¿avanza hacia dónde? ¿Cómo podemos canalizar un estado de conciencia global sobre un asunto que, aparentemente, a día de hoy, no afecta a todos por igual? Esto no ha ocurrido nunca.
¿Qué mecanismos dispone la humanidad para pilotar un proyecto de conducta universal que haga percibir el problema, con un nivel de percepción semejante, a un ciudadano sin importar el lugar de residencia?
¿La ONU, tal vez? No creo que este organismo pueda conducir este movimiento con éxito. El derecho de veto de algunos países miembros, precisamente los que incumplen el protocolo de Kioto, o incluso no pertenecen a él, impedirán cualquier movimiento en la dirección correcta.
Durante los últimos 25 años hemos asistido impasibles a los informes científicos que auguraban un grave desequilibrio del medio ambiente. Ahora, cuando hemos podido observar y sentir algunos fenómenos anómalos, relacionados con el cambio del clima y es sólo la punta del iceberg, contemplamos como una pléyade de políticos y otros actores de influencia en la opinión pública, se lanzan al ruedo. Bienvenidos.
Ha bastado que una joven de apenas 16 años, Greta Tintin Eleonora Ernman Thunberg, este es su nombre completo, le diga al mundo que está asustada y preocupada y que quiere que los adultos seamos responsables, para que la primera plana de la prensa mundial se haga eco de su preocupación y la de millones de personas. Desconfío de esa presteza en acudir al llamado de Greta.
Durante los últimos años, no hemos visto que los países firmante del Protocolo de Kioto, adoptado el 11 de diciembre de 1997 en Kioto - Japón, (aunque no entró en vigor hasta el 16 de febrero de 2005), hayan cumplido el acuerdo de reducir sus emisiones de gases regulados en un 5 % como mínimo. Según las estimaciones del IPCC la temperatura atmosférica media de superficie aumentará entre 1,4 y 5,8 °C durante el siglo XXI. Sugiero que lean el artículo aquí.
La situación actual, es similar a la secuencia de una película de terror en el que una capsula se desliza por un tobogán que, a partir de un empujón inicial, ha adquirido una velocidad de crucero cada vez más alta y que alguien, cuando fue construida, olvidó incorporarle el freno de mano
Mal pinta la situación, si tenemos en cuenta que Estados Unidos, con apenas el 4 % de la población mundial, consume alrededor del 25 % de la energía fósil y es el mayor emisor de gases contaminantes del mundo En 2015 el presidente Obama a través de la Agencia de Protección Medioambiental puso como objetivo la reducción de las emisiones en un 30 % para 2030. Obama ya no está y el actual presidente Trump, niega la mayor del cambio climático.
Aunque el movimiento reivindicativo de los jóvenes del mundo, es y será sin duda un elemento de presión, no alcanzará lo suficiente para accionar el botón verde que ponga fin a las emisiones de CO2. Igualmente, no tendremos tiempo suficiente para reconducir la situación hacia los niveles asumibles de emisión de gases, si como dicen los expertos, el planeta solo tiene hasta 2030 para detener un cambio climático catastrófico.
Será complicado interrumpir el mecanismo del modelo de desarrollo económico adoptado por la Humanidad en los últimos 2 siglos, sin antes ofrecer una alternativa que pueda ser asumida por los países desarrollados y los que se encuentran en vías de desarrollo. Tal vez, en los próximos 5 años, la ocurrencia de nuevos y cada vez más radicales fenómenos climáticos sean los que hagan a los políticos y a los dueños de la economía mundial, cambiar de opinión. Habremos perdido un tiempo precioso, pero alguien nos ofrecerá una solución milagrosa: la agenda 2040.
No hemos sido educados en el altruismo biológico. En etología, podemos encontrar innumerables experiencias de altruismo biológico entre especies animales. Tal vez debamos introducir un nuevo elemento que haga que las próximas generaciones sean capaces de comprender que reducir la emisión de 4,981 Tn métricas de CO2, por persona a la atmósfera, según Centro de Análisis de Información sobre Dióxido de Carbono, División de Ciencias Ambientales del Laboratorio Nacional de Oak Ridge (Tennessee, Estados Unidos) conlleva un cambio de actitud y comportamiento de cada uno de nosotros que nos permita comprender que sólo con una actitud altruista, podremos acatar de buen grado que utilizar un servicio público de transporte, no es una mala idea. O rechazar productos que generen contaminación antes, durante y después de su consumo, sería la actitud correcta.
Creo que seremos capaces de emular y asumir conductas a nivel global. Ya ocurrió con Cocó Chanel que hizo que millones de mujeres aceptaran su modelo de traje sastre femenino de tweed. O el modelo Beatles de peinado. O los consumidores de Coca Cola. Ahora, el nuevo modelo se llama Greta Thunberg, ojalá no se trate de una moda pasajera.
Pero volvamos al ojo del huracán. La situación actual, es similar a la secuencia de una película de terror en el que una capsula se desliza por un tobogán que, a partir de un empujón inicial, ha adquirido una velocidad de crucero cada vez más alta y que alguien, cuando fue construida, olvidó incorporarle el freno de mano. Si la capsula no tiene freno de mano, debemos hacer algo con el tobogán.
La inversión de capital en un modelo de desarrollo capaz de reajustar los actuales desequilibrios medioambientales. La creación y apoyo a empresas capaces de adaptarse al nuevo modelo de desarrollo sostenible. La creación de un plan de acción transitorio que permita descabalgarse del actual modelo energético. Esas serían algunas las vías posibles. La educación de las nuevas generaciones basadas en un modelo de altruismo biológico, adaptado a las características y necesidades del objetivo a perseguir, sería otra de las posibles líneas de acción. Estas medidas podrían servir de colchoneta para hacer que el impacto de la capsula cuando finalice el alocado viaje por el tobogán, se haga añicos, incluso antes de que finalice el recorrido. Ese conjunto de medidas, junto a otras de carácter preventivo, podrían ser el freno de mano que impediría una catástrofe de dimensiones inimaginables.