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El recurso hidroléctrico en Latinoamérica (I)

Sobre el blog

Rubén Eguíluz
Ingeniero de Caminos Canales y Puertos, Especialidad Hidráulica y Medio Ambiente. Actualmente trabajo para Hidraes, empresa dedicada a la energía hidroeléctrica (y fotovoltaica) con importantes realizaciones en España y Latam.

Durante un viaje por las estribaciones indias del Himalaya me encontré con un fenómeno impactante para un europeo: un episodio premonzónico. Tras pocos anuncios el cielo se cerró en gris plomo y comenzó a llover en cataratas. Rápidamente el agua comenzó a bajar con fuerza por las calles en pendiente, tanto que pronto me vi con el agua por las rodillas, tratando de hacerme paso entre la corriente que arrastraba tierra, guijarros y todo tipo de porquerías valle abajo, además de mis chanclas. Los chorros de agua que vertían los tejados me hacían daño al pasar bajo ellos y apenas había visibilidad. Finalmente, tan empapado como si saliera de una bañera, alcancé un autobús en el que me refugié. Continuó lloviendo con fuerza semejante durante varias horas.

La potencia hidroeléctrica aprovechable es proporcional al caudal y al desnivel

Tan pronto como tuve ocasión consulté las precipitaciones de la zona, que resultaron totalizar anualmente algo más de 4000 mm incluyendo un par de meses, los más duros del monzón, por encima de los 1000 mm. Igualmente, pensando en la formidable cantidad de energía que esa precipitación y ese relieve entrañan, consulté el porcentaje de producción hidroeléctrica respecto al total en India. Me encontré con un decepcionante 17%, un porcentaje similar, por ejemplo, al de la mucho más seca España.

La reflexión acerca de cómo India desperdicia sus recursos energéticos (que dado el régimen de precipitaciones del país podrían ser muy bien explotados con embalses anuales), y que sin duda impacta en sus posibilidades de desarrollo, me acaba trayendo a de qué manera gran parte de los países de América Latina también desperdician, hasta ahora, su potencial hidroeléctrico.

La potencia hidroeléctrica aprovechable es proporcional al caudal y al desnivel. La naturaleza en esto es amable, y puede decirse como generalidad que cuando hay mucho desnivel hay poco caudal y que cuando hay poco desnivel suele haber gran caudal... siempre y cuando en la zona haya precipitaciones. De esta forma, cualquier país con lluvias abundantes encontrará manera de aprovechar su potencial hidroeléctrico. En caso de ser más bien plano, como Paraguay, mediante grandes caudales y bajos saltos, y en caso de ser más bien accidentado, como Guatemala, mediante pequeños caudales pero grandes saltos.

Siendo la clave fundamental la precipitación, veamos qué valores podemos encontrar en un mapa en el que he colocado, como una orientación que pueda ser familiar, también a la Península Ibérica:

A la vista está que Latinoamérica goza entre otras muchas fortunas de ser, por lo general, un lugar muy lluvioso. Exceptuando la costa de Perú, Atacama, el altiplano boliviano, la Pampa argentina, el norte de México y el oriente brasileño, se encuentran por todas partes precipitaciones abundantes que hacen posible un excelente aprovechamiento hidroeléctrico. Como curiosidad, el mapa contiene además al que es probablemente el punto más lluvioso del mundo, situado en la costa pacífica colombiana, con valores por encima de los 10.000 mm, similares o algo superiores a las localidades más monzónicas de India y a las islas con los mejores barloventos.

A la vista de los datos, Latinoamérica podría obtener el grueso de su producción eléctrica mediante centrales hidroeléctricas, de manera limpia y con prácticamente autonomía de recursos. En esto es privilegiada en el mundo. Sin embargo, la realidad se queda muy por detrás del ideal, que solo se cumple en algunos pocos países:

México (22%), Caribe y Centroamérica, así como Chile (33%) y Bolivia (30%) son países en los que el recurso hidroeléctrico se encuentra claramente infrautilizado. Tan solo Brasil (72%), Colombia (67%) y sobre todo Paraguay (100%) alcanzan porcentajes que empiezan a sonar interesantes.

¿Y por qué es así? Resumido en tan solo dos palabras: políticas dubitativas.

Continuará.