El modelo del Canal de Isabel II sigue obteniendo excelentes frutos. Un año más, la empresa pública encargada del ciclo integral del agua en la Comunidad de Madrid presenta un resultado positivo de 242 millones de euros, un 15% más que en 2019. Otra cifra llamativa en sus cuentas es la reducción de la deuda neta, que se sitúa en los 467 millones de euros, un 52% menos que en 2015.
El Canal afronta por tanto el incierto futuro al que nos enfrentamos con una posición sólida, quizás con el único lunar de la situación de la Triple A de Barranquilla, embargada en 2018 por la Fiscalía General de Colombia, y sobre las que la empresa madrileña afirma que "ejercerá las medidas legales a su alcance, tanto a nivel nacional como internacional, para salvaguardar su patrimonio público."
La eficiencia del Canal debería ser un espejo en el que se miren muchas administraciones españolas. Su capacidad para aunar los esfuerzos de la inmensa mayoría de ayuntamientos de la región y su espíritu de colaboración con la iniciativa privada son sin duda elementos exportables a otras áreas de nuestro país, incapaces hasta el momento de articular economías de escala que permitan reducir costes y acceder a mejores tecnologías.
Como venimos diciendo, la dura crisis que viene requerirá de audacia, valentía y mucho diálogo para articular fórmulas que contribuyan a mantener la excelencia de los servicios de agua. Para lograrlo, fijémonos en los modelos que funcionan, no en los que han fracasado a lo largo de las últimas décadas en todo el mundo.
