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En busca del Pacto

Sobre el blog

Lluís Sala
Biólogo especializado en regeneración de aguas y sostenibilidad. Música, fotografía, cultura, viajes, idiomas. Intentando aprender y procurando compartir. Nuevo reto: ser padre.
  • Manifestación en Girona en defensa del río Ter durante el episodio de sequía del 2008 (Lluís Sala)

* Artículo basado en el que fue publicado originalmente en catalán en el número 7 del boletín “Aigua Amiga”, publicado por la Associació Catalana d’Amics de l’Aigua

Durante la última sequía importante en Cataluña (2007-2008) recuerdo haber escuchado una frase, que quizás yo mismo pronuncié alguna vez, que rezaba más o menos así: “Cómo puede ser que en el siglo XXI en el tema del agua aún dependamos de si llueve o no!”.

Los humanos dependemos del agua que llueve en un sitio o en otro, especialmente cerca de casa

En un contexto social en el cual con un solo clic de ratón los mensajes llegan instantáneamente al otro extremo del mundo y en el cual tantos otros sorprendentes avances tecnológicos han sucedido en las últimas décadas, cómo es posible, nos preguntábamos, que con el tema del agua, y más concretamente en relación al abastecimiento del área metropolitana de Barcelona, cuya garantía es uno de los retos pendientes de la Cataluña contemporánea, aún tengamos que depender de lo que llueva en las cuencas del Ter y del Llobregat para dar de beber a la principal área productiva del país. La frase admite una doble interpretación: si bien es cierta desde el punto de vista de las infrastructuras, o mejor dicho, de su ausencia (interconexión de cuencas, gran trasvase, desalación o reutilización potable indirecta, que cada uno escoja la que mejor le parezca), que obliga en situaciones de sequía a sobreexplotar Ter y Llobregat para poder garantizar dicho abastecimiento, por otro lado tiende a olvidar que, por más desarrollo que tengamos, los humanos dependemos del agua que llueve en un sitio o en otro, especialmente cerca de casa.

Los ríos no son otra cosa que la escorrentía de la lluvia y los acuíferos las huchas subterráneas que almacenan el agua que se ha infiltrado en el suelo. Y si queremos depender de una fuente de agua que no sea de lluvia, que es un recurso renovable, entonces nos vemos obligados a invertir una energía que principalmente proviene de fuentes no renovables, con lo cual nos alejamos de la supuestamente buscada sostenibilidad y, en el mejor de los casos, retardamos la solución del problema.

La necesidad de explotar los recursos locales y baratos también tiene límites

El desarrollo de los grandes abastecimientos ha seguido en todas partes un patrón similar que ha supuesto ir de la explotación de los recursos más cercanos a los cada vez más alejados, una vez agotados los primeros. Y dentro de esta lógica local o regional también ha imperado la lógica económica, seleccionando las opciones de menor coste tanto para el erario público como para el bolsillo privado. Habría sido difícilmente explicable por parte de los gobernantes y difícilmente asumible por parte de la ciudadanía el hacerlo de otra forma y, de hecho, ha sido tan sólo durante la primera década del siglo XXI, coincidiendo con la gran burbuja y la ilusión del dinero infinito, cuando se han ejecutado infrastructuras por motivos más ideológicos que técnicos y sin importar su coste. Sin embargo, la necesidad de explotar los recursos locales y baratos también tiene límites, pero de signo diverso: por un lado, los físicos (disponibilidad del recurso) y normativos (Directiva Marco de la Unión Europea sobre la necesidad del buen estado ecológico de las masas de agua), pero por otro los límites éticos: en caso de necesidad, quién ha de tener prioridad, el ecosistema o las personas?

En una conversación respecto a la periódica sobreexplotación del río Ter para el abastecimiento de Barcelona y su entorno, y jugando a abogado del diablo, recuerdo haber formulado personalmente tal pregunta a una brillante estudiante de doctorado proveniente del ámbito de las ciencias ambientales. Sin dudarlo ni medio segundo, me respondió, convencida, con unas contundentes palabras: “El ecosistema! El Hombre no es más que una especie más de las que en él viven y lo que hace falta preservar es la Naturaleza”, lo cual es objetivamente verdadero. Estoy seguro que en los países desarrollados, y especialmente en el mundo occidental, podríamos encontrar a muchas personas que darían una respuesta igual o similar a ésta. Cómo podría ser, sino, que la Unión Europea hubiera aprobado una Directiva Marco que literalmente dice que los caudales ecológicos son una restricción a cualquier uso, incluido el de abastecimiento?

La solución de los problemas del agua, en Cataluña y en cualquier otra parte del mundo, suele ser compleja y admitir múltiples enfoques

Siguiendo con la conversación, le pedí que se pusiera por un momento en el lugar del político responsable de tomar las decisiones sobre un caso como éste. Es evidente que si en determinada situación no se podía suministrar el agua que se necesitaba por tener que respetar el caudal ecológico de un río, ello querría decir que no se podría cubrir la demanda real y que ello implicaría someter a la población, en este caso del área metropolitana de Barcelona, a restricciones. “A quién dejarías sin agua, pues?”, le pregunté. “A los ricos? A los pobres? A los nativos? A los inmigrantes? A las industrias, que dejarían de producir y enviarían sus trabajadores a casa? A los hoteles llenos de turistas extranjeros? O a barrios enteros que rotatoriamente irían sufriendo las restricciones? Alguna decisión de este tipo habría que tomar para que en el río siempre hubiera el caudal que pertoca para cumplir con la Directiva Marco.” La expresión de certidumbre de la respuesta inicial fue desapareciendo de su cara y progresivamente fue reemplazada por la duda. Quizás no iba a ser tan fácil, ésto de dar prioridad a los ecosistemas antes que a las personas, porque quién sería el político, demócrata o dictador, tan valiente como para tomar una decisión así? Si la sequía de turno nos pilla sin los deberes hechos, qué otra solución hay que no sea interrumpir el suministro cuando materialmente ya no queda más agua por repartir?

La solución de los problemas del agua, en Cataluña y en cualquier otra parte del mundo, suele ser compleja y admitir múltiples enfoques. Todos ellos tienen pros y contras, defensores convencidos y críticos feroces y todos ellos comportan unos costes económicos determinados que hay que tener en cuenta a la hora de tomar decisiones. Pero la complejidad no se puede abordar con simplificaciones populistas, sino que sólo puede ser resuelta en base a la deliberación plural, a la formulación de acuerdos y al compromiso posterior de todas las partes.

Es necesario encontrar (o crear) el entorno en el cual todas ellas estén dispuestas a suavizar sus posiciones y sus convencimientos inamovibles, muchas veces utópicos e irrealizables, para acabar hallando aquel punto intermedio en el cual quien sale ganando es la sociedad en conjunto. En definitiva, después de años de luchas que no suelen llevar a ninguna parte, hace falta llegar a pactos que en los momentos de crisis den estabilidad y confianza en vez de desazón y crispación. No es un objectivo fácil, pero no hay otro camino, de manera que cuando antes se empiece a andar, antes se llegará a destino.
 

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