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Loyola de Palacio, un icono para una generación de políticos

Sobre el blog

M. Ramón Llamas Madurga
Desde 1986 es Académico de número de la Real Academia de Ciencias de España. Doctor en Ciencias Geológicas y Doctor Ingeniero de Caminos.
  • Loyola Palacio, icono generación políticos
    (Fotografía: © European Union 2000 - EP)

Me ha parecido oportuno, en estos momentos en que la profesión política no parece gozar del mayor prestigio, abrir un espacio en este blog para resaltar la figura de Loyola de Palacio, una mujer con una dedicación ejemplar a la tarea política y un auténtico icono para toda una generación. La actuación de Loyola, en los distintos cargos que ocupó en la Administración con la que a mí y a mi equipo nos tocó lidiar, es sencillamente magnífica desde muchos puntos de vista. La capacidad de diálogo que mostró en los encuentros que mantuvimos, resulta todo un ejemplo de bien hacer y de apertura de mente.

Con razón, el Parlamento se vio en la obligación moral de publicar en 2017 una amplia biografía suya, aunque me temo que su autor, Emilio Sáenz-Francés, haya pretendido hacer de ese libro sobre Loyola de Palacio el panegírico del Partido Popular, más que el de la propia Loyola de Palacio. Mi reacción al leerlo fue, por ese motivo, intentar promover una publicación de muchos autores en la que quedasen patentes las extraordinarias condiciones humanas de esa singular mujer. Como eso no ha sido posible, me he tenido que limitar a invitar a algunos de sus antiguos colaboradores para que apoyen mi deseo de rendirle el homenaje público que se merece.

Ella asumió plenamente desde entonces los temas hidrológicos y llevó a cabo la defensa de los intereses nacionales en relación con la política del Gobierno socialista que tenía a Josep Borrell al frente del ministerio de Obras Públicas y Medio Ambiente

José María Esnaola y José María Gil Egea son los que dedicaron más tiempo de trabajo con Loyola. Los trabajos de Pedro Arrojo, Javier Martínez Gil y los míos, fueron mucho menores. Esnaola es el más joven de los cuatro. Es un brillante geólogo que se dedicó a tiempo completo a trabajar, primero con Loyola y luego con Benigno Blanco en el Ministerio de Medio Ambiente. Actualmente trabaja como consultor privado. Pedro Arrojo y Javier Martínez Gil son dos profesores universitarios aragoneses, promotores de la Fundación Nueva Cultura del Agua, con los que tuve bastante relación profesional en aquellos años y en la actualidad. José María Gil Egea, murciano, tiene ya más de 90 años, ingeniero del Cuerpo de Ingenieros de Caminos, con una vida profesional dedicada al agua desde la Administración; fue comisario central de Aguas del Ministerio Obras Públicas. Como se ve, cuatro personas con unos planteamientos profesionales bastante distintos, pero a todos nos une un mutuo aprecio por Loyola de Palacio.

En los encuentros con sus colaboradores trató de plasmar el complejo tema de los recursos hídricos en una publicación que dejó prácticamente concluida

Antes de que me traicione la memoria, intento reproducir el relato de una anécdota de casi el final de la vida política activa de Loyola, que me ha parecido significativa. Me cuenta José María Gil Egea, que Loyola, por el día de su santo –San Ignacio– el 31 de julio de 2006, le entregó como obsequio una sencilla nota sobre la política hidráulica que se seguía entonces titulada "Disparates hidrológicos del Gobierno Zapatero". Pocos días después, sorprendido, pues no había observado nada especial en su reciente entrevista, se enteró de que habían diagnosticado a Loyola un cáncer y que se había marchado a Houston para su tratamiento. Desde allí lo llamó por teléfono y le encargó que la nota que le había entregado se publicara en la web del PP. El encargo se cumplió y, según me cuenta José María, aún conserva la impresión que le produjo ver cómo la levedad de aquella nota puso de relieve la grandeza de su ánimo, pues ni la contrariedad de la enfermedad, ni la severidad del tratamiento frenaron un ápice su afán de servicio.

Desde 1995 Loyola era ya portavoz adjunta del Grupo Popular en el Congreso. Pero, según me cuenta Gil Egea, ella asumió plenamente desde entonces los temas hidrológicos y llevó a cabo la defensa de los intereses nacionales en relación con la política del Gobierno socialista que tenía a Josep Borrell al frente del ministerio de Obras Públicas y Medio Ambiente. Al profundizar en estos temas buscó el asesoramiento de técnicos con experiencia y contactó con él y, posteriormente, conmigo. Llama la atención que siendo Borrell uno de los ministros con más acometida del Gobierno socialista, Loyola tuvo el valor de enfrentarse a él, como se puede comprobar en las actas del Congreso.

Loyola de Palacio debería ser un icono para una generación de políticos

A Loyola le gustaba tratar a fondo los temas. En los encuentros con sus colaboradores trató de plasmar el complejo tema de los recursos hídricos en una publicación que dejó prácticamente concluida. Cuando fue designada ministra de Agricultura en el primer Gobierno de Aznar, antepuso siempre el interés general al sectorial, lo que le llevó a desempeñar una actitud competente y valiente en la tramitación de los planes hidrológicos por el Gobierno, pero esta noble actitud no fue interpretada de igual forma por todos sus compañeros de partido. Al frente del ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación desarrolló una gran labor del impulso a la producción agropecuaria, con aumento notable de la presencia de nuestros productos en el ámbito internacional. Y me cuenta José María Gil Egea que fue la facilidad de Loyola de relacionarse bien en el exterior, en busca siempre del interés de España, lo que propició sus nuevas responsabilidades europeas en Bruselas, aunque no sé si estoy de acuerdo con esta apreciación.

Entre los recuerdos de Gil Egea están también la atención que Loyola prestó al proyecto espacial Galileo, a la huella que dejó en las instituciones europeas y el entusiasmo con que desarrolló hasta las misiones más áridas. En todo ello mostró su coraje y su perseverancia hasta el final.

Poco tengo que añadir a lo que tan detalladamente escriben José María Esnaola, Pedro Arrojo y Javier Martínez Gil sobre Loyola de Palacio. Sólo querría destacar ahora, por un lado, la fidelidad de Loyola a sus mandos políticos, aunque en mi opinión no se comportaran con toda la deferencia que merecía, y por otro, que las ideas de Loyola sobre la política del agua en España estaban sintetizadas en un libro que no llegó a ver la luz. Evidentemente, algunas cosas han cambiado en estos años transcurridos, pero creo que sería interesante dar a conocer las ideas de Loyola de Palacio sobre la política hidráulica de su tiempo.

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