Aunque la gestión del agua en Madrid hoy en día se considera ejemplar, no siempre fue así.
Para remontarnos a uno de los grandes fracasos del abastecimiento de agua en la capital, tendremos que viajar al siglo XIX, durante el reinado de Isabel II (sí, la misma del Canal). Por aquella época, la Villa contaba con una población 206.000 habitantes in crescendo, dada su condición de capital del reino.
En esos años, tan solo una minoría disfrutaba de agua en las viviendas. Los madrileños de menos posibles se tenían que contentar con el reparto de agua proveniente de los ya mencionados viajes de agua, que pronto se mostraron insuficientes para satisfacer las necesidades de la creciente urbe.
En1848, el ministro de Comercio, Instrucción y Obras Públicas nombró una comisión para analizar los proyectos existentes
El Manzanares tampoco aportaba ninguna alternativa, ya que su escaso caudal y su condición de “vertedero” hacían inviable cualquier proyecto en él. Sin embargo, el río Lozoya sí era una opción, tanto que desde el siglo XVIII ya se estudiaban proyectos para transportar sus aguas hasta Madrid.
No es hasta 1848 que el por entonces ministro de Comercio, Instrucción y Obras Públicas, Juan Bravo Murillo, tomó las riendas del problema, nombrando una comisión para analizar los proyectos existentes.
El ejemplo de París
Una de los primeros estudios ingenieriles se basó en el abastecimiento de París, el modelo a seguir en la época. Los parisinos tenían bajo sus pies un inmenso acuífero del que extraían agua continua y en abundancia para cubrir las necesidades de la ciudad.
Con el desconocimiento de las características del suelo de Madrid (es básicamente una fosa de 3.000 metros de profundidad rellena de sedimentos provenientes de la Sierra), las excavaciones llegaron hasta los cientos de metros, una hazaña loable teniendo en cuenta la tecnología de la que se disponía. De allí no salió, en cambio, ni una gota de agua.
La "Memoria razonada sobre las obras necesarias para el abastecimiento de agua a Madrid" situaba al Lozoya como fuente principal de abastecimiento
Hoy en día se sabe que la línea de agua se encuentra a unos 1.500-2.000 metros de profundidad, y de hecho se extrae el recurso con relativa facilidad.
El río Lozoya
Aún en 1848, los ingenieros Juan Rafo y Juan de Ribera presentaron la "Memoria razonada sobre las obras necesarias para el abastecimiento de agua a Madrid", que situaba al río Lozoya como fuente principal de abastecimiento por la calidad y pureza de sus aguas. El sistema diseñado incluía un canal (el Canal de Isabel II original) de 77 kilómetros de aguas rodadas desde una presa que se construiría cerca de la desembocadura del río en el Jarama, en un valle conocido como el cerro de la Oliva.
El Pontón de la Oliva antes de hacer la presa, en la revista española El Museo Universal (Wikipedia).
Fotografía de la presa del Pontón de la Oliva publicada en 1858 (Biblioteca Nacional de España).
En agosto de 1851 comenzó la construcción de la faraónica (para aquellos tiempos) obra, con la “participación” en durísimas condiciones de 1.500 presos de las guerras carlistas, 200 obreros libres y 400 bestias.
Pero los problemas estructurales del Pontón de la Oliva, una presa de 72 metros de longitud y 27 de altura, no hacían nada más que empezar: durante las obras, el agua se salía por los contactos con el muro. Aun así, 5 años después finalizaba su construcción.
El Pontón de la Oliva aliviando (Wikipedia).
Por cierto, resulta tristemente irónico que una presa hecha por presos tuviera fugas.
La causa del fracaso
Durante el invierno, el Pontón de la Oliva sí se llenaba, en parte gracias a las lluvias estacionales. Sin embargo, las pérdidas el resto del año no compensaban la funcionalidad de la presa. Es más, en verano el nivel del embalse descendía por debajo del nivel del canal de salida.
¿El motivo? El lugar escogido era un terreno de calizas, que se disolvían al contacto constante con el agua y que destaponaban cavernas en las paredes del embalse. Según cuentan los relatos, los habitantes de la zona conocían perfectamente las “cuevas” existentes y por las cuales se “salía” el agua, pero vista la falta de costumbre de consultar a las poblaciones locales, no se tuvo en cuenta ese factor.
En la ladera derecha de la presa se abren paso las minas que dejan salir el agua de esta presa (Wikipedia).
Por ello, la vida del Pontón de la Oliva fue bastante corta.
La solución
En 1860 y de forma urgente se construyó la la pequeña presa de Navarejos para poder tomar el agua del río. Paulatinamente, el Pontón de la Oliva fue abandonado y sustituido por la del Embalser del Villar, 22 kilómentros aguas arriba.
Hoy en día, los alrededores de la infraestructura abandonada de la presa son punto de encuentro para aficionados a la escalada. La presa forma parte del patrimonio histórico de la sierra de Ayllón.
Para saber más sobre el Pontón de la Oliva: