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"La correcta gestión del agua subterránea aporta el diferencial de competitividad económica ante mercados externos"

  • " correcta gestión agua subterránea aporta diferencial competitividad económica mercados externos"

Mañana 21 de abril se celebra la jornada “La explotación intensiva de reservas de agua de acuíferos en España: retos y soluciones tecnológicas para su gestión eficiente". Por este motivo, entrevistamos a D. Emilio Custodio, profesor emérito de la Universidad Politécnica de Cataluña y experto de referencia internacional en la gestión del agua subterránea.

Pregunta.- Nos interesa conocer cuál es su visión holística sobre la utilización del agua subterránea en el ciclo integral del agua.

Respuesta.- El uso del agua subterránea como una porción significativa de los recursos de agua es una práctica relativamente reciente, que se remonta a mediados del siglo XX y, en algunos países, a hace solo algunas décadas. Su uso intensivo supone una modificación de las relaciones entre los componentes del ciclo, tanto en cantidad como en calidad, con notables cambios en la ecología y servicios ecosistémicos medio natural. El impacto es mayor en climas áridos y semiáridos, como sucede en buena parte del territorio peninsular e insular español. El agua subterránea extraída se destina en buena parte a usos agrícolas, con notables beneficios económicos y sociales iniciales y con un aumento de la garantía del suministro urbano, rural y agrario frente a sequías. En ello hay aspectos positivos y negativos importantes, no siempre suficientemente evaluados ni apreciados, y en ocasiones no reconocidos cuando hay un largo retraso entre causa y efecto, que a veces supera la experiencia del devenir de los acontecimientos humanos, lo que es común para los acuíferos de tamaño medio y grande.

P.- ¿Cree que en España las aguas subterráneas están suficientemente valoradas en la planificación hidrológica?

R.- Las aguas subterráneas han estado tradicionalmente fuera de la planificación hidrológica por haber sido legal y administrativamente aguas del dominio privado hasta la Ley de Aguas de 1985. Esta ley ha supuesto un cambio legislativo importante respecto al pasado, al establecer que las aguas subterráneas son ahora del dominio público y han de ser objeto de planificación, dentro del conjunto de los recursos de agua. Sin embargo, la realidad es bien distinta, ya que a efectos prácticos buena parte de la explotación de las aguas subterráneas se hace conservando su carácter privado anterior, con pobres inventarios de derechos y con un sistema administrativo no adecuado, en parte obsoleto, falta de medios y, a veces, con insuficiente conocimiento científico y técnico. Eso hace que, si bien se planifican las aguas subterráneas —a lo que además ha ayudado mucho la transposición y aplicación de la Directiva Marco del Agua europea— se hace con poca eficiencia y efectividad y sin la debida y necesaria participación de los explotadores y usuarios, aunque existen notables excepciones.

P.- ¿Qué sectores hacen un mayor uso de este recurso?

R.- En España, las aguas subterráneas, al igual que las superficiales, como en la mayoría de los países áridos y semiáridos, se destinan en su mayor parte a la agricultura de regadío, entre el 70 y el 80%, salvo en los archipiélagos, donde la proporción es menor aunque aún dominante, a diferencia de las regiones húmedas peninsulares. En cuanto al abastecimiento humano, España es en términos generales uno de los países de Europa con menor proporción de uso de aguas subterráneas, en parte como una herencia histórica que mucho tiene que ver con la legislación anteriormente vigente y con la búsqueda preferente de soluciones basadas en grandes obras por parte de los especialistas de los organismos públicos. Pero si se observa en detalle, son muchos los núcleos urbanos pequeños y medianos que dependen en buena parte o casi exclusivamente de las aguas subterráneas, los cuales con frecuencia son los que disponen de abastecimientos de agua más resilientes a la sequía, aunque algunos presentan problemas de salinidad en las áreas costeras. Estos problemas de calidad son más bien debidos, en buena parte, a la pobre ejecución de la extracción y al inadecuado diseño y construcción de las captaciones, a una planificación inadecuada y a la falta de gobernanza.

P.- ¿Cuáles son los retos a los que se enfrentan las aguas subterráneas en los próximos años?

R.- Con referencia a España, los retos principales de las aguas subterráneas se centran en cuatro aspectos:

1) excesiva explotación intensiva en algunos lugares, en los que se requiere combinar las distintas características y ventajas de las aguas subterráneas y superficiales mediante un uso combinado y alternativo —que incluya, además, en su caso, desalinización y reutilización—, respetando una apropiada y razonable conservación de los ecosistemas y sus servicios;

2) riesgo de pérdida de calidad por salinización —por aguas salinas preexistentes, marinas, del terreno y de retornos de riego— y de contaminación agrícola y ganadera, principalmente por nitrato, pero cada vez con mayor riesgo de incorporación de compuestos químicos contaminantes en pequeñas concentraciones, como los asociados a agroquímicos, productos asociados a la producción de energía y para tratamiento químico en la industria y los denominados contaminantes emergentes —asociados al uso de fármacos y substancias de tratamiento corporal—, además de determinadas substancias de origen natural que se han manifestado como problemáticas tras nuevas legislaciones que requieren menores concentraciones en las aguas de consumo, y que están naturalmente presentes en algunas aguas subterráneas o que se disuelven o movilizan al modificar el flujo del agua subterránea en los acuíferos, como es el caso del arsénico, el flúor y el boro;

3) lograr una adecuada gobernanza con visión a medio y largo plazo, participada y con involucración de los usuarios, lo que requiere un buen conocimiento, observación y control, una administración preparada y con medios apropiados —no necesariamente cara ni con mucho personal, pero sí con apoyo y selecta—, una legislación correcta y de aplicación eficaz, y muy posiblemente, un pacto del agua entre las fuerzas políticas para que no se use el agua —y el agua subterránea— como herramienta electoral o de descrédito del adversario, además de que no se intervenga en asuntos meramente técnicos, y

4) un cambio de paradigma en el uso del agua, en especial en la agricultura, como principal usuario, y también que se paguen por el agua todos los costes asociados, incluidos los de oportunidad e indirectos, salvando la necesaria disponibilidad como derecho humano.

P.- El próximo 21 de abril presentará el proyecto MASE. ¿En qué consiste?

R.- El proyecto MASE hace referencia a la Minería del Agua Subterránea en España. Se entiende por minería del agua subterránea la disminución continuada de reservas en los acuíferos de forma no renovable o solo renovable a muy largo plazo, de dos o más generaciones humanas. Este proyecto ha sido realizado en el Grupo de Hidrología Subterránea, del Departamento de Ingeniería del Terreno de la Universidad Politécnica de Cataluña, y ha contado con el apoyo económico de AQUALOGY bajo el control de CETaqua.

La minería del agua subterránea no es algo excepcional

La minería del agua subterránea no es algo excepcional, sino que es frecuente en las áreas áridas y semiáridas del mundo, ya sea en países desarrollados y con un desarrollo razonable (como Estados Unidos, Australia, México y España) o en países en vías de desarrollo (como China, India, Paquistán, Arabia Saudí y países del entorno, Irán y Norte de África). El objetivo del proyecto MASE ha sido el de reunir y poner al día la información disponible y accesible en cuanto a la situación en España, que se localiza mayoritariamente en el Levante (Alicante, Murcia y Almería) y en Canarias (Gran Canaria y Tenerife), aunque hay otros puntos en los que también sucede a menor escala o con más rápida capacidad de recuperación (La Mancha, Castellón y, en su momento, el Campo de Tarragona).

No se ha considerado el problema asociado de la intrusión marina en los acuíferos costeros de tamaño grande y mediano, que en cierto modo también guarda relación con la minería del agua subterránea. Estos aspectos se abordarán probablemente en un nuevo proyecto en gestación avanzada, con similar desarrollo y apoyo que el proyecto MASE.

El proyecto MASE ha tratado de trascender los problemas hidrológicos e hidrogeológicos para considerar e incorporar también los aspectos económicos, legales, sociales y éticos, aunque la disponibilidad de información y de trabajos de análisis es progresivamente menor al entrar en conceptos más ligados a la actitud humana y a su proyección al futuro. Para ello se han recibido numerosas contribuciones voluntarias de expertos españoles, se ha consultado a especialistas mediante un extenso cuestionario y se han realizado entrevistas estratégicas, además de contar con información y contactos previos de tipo internacional.

El trabajo realizado en España puede ser un avance de lo que cabría hacer a nivel mundial y que solo se ha abordado preliminarmente hasta ahora. Podría ser algo que España sí podría liderar si se puede dotar a un pequeño equipo gestor que recabe aportaciones y contribuciones de los países en los que la minería del agua subterránea es relevante. El estudio resultante puede proporcionar a las empresas y organismos españoles resultados valorizables y que sirvan de tarjeta de promoción en el mercado mundial del conocimiento.

P.- ¿Qué resultados se han obtenido?

R.- Cuantitativamente, la minería (uso permanente o poco renovable) de las aguas subterráneas en España se valora en alrededor de 12 km3 en el Levante y entre 2 y 3 km3 en Gran Canaria y Tenerife, lo que se realiza a una tasa actual estimable en 750 hm3/año. Aunque no es grande en valor absoluto y relativo en comparación con la recarga a los acuíferos, que se estima en 30 km3/año, es algo importante local y regionalmente, que afecta a la economía y a la sociedad de los lugares donde sucede. En esos lugares, en los que se ha centrado el proyecto MASE, esa posibilidad fue y posiblemente sigue siendo un notable motor de desarrollo, pero cuya evolución, al no ser sustentable a largo plazo en cantidad y calidad, puede condicionar que las actuales actividades humanas allí desarrolladas puedan llegar a un estado de estrés y degradación si en un periodo de tiempo potencial no se instrumenta un cambio de paradigma en la utilización, economía y acción social en cuanto al uso del agua subterránea. Si bien las reservas de agua subterránea actualmente restantes, tanto en calidad como en calidad, permiten un cierto tiempo y respiro para poder realizar los cambios y reajustes económicos y sociales necesarios, no se puede diferir una decidida y valiente toma de decisión por el estamento político y, en especial, por la sociedad civil, a riesgo de que se evolucione hacia un estrés cada vez mayor y se desencadene un cambio forzado más traumático. En este sentido, aunque el agua es esencial por su papel vital, su peso económico no es determinante en el contexto regional, a pesar de que la sensación a nivel popular es distinta, pero sí que en muchos casos aporta el diferencial de competitividad económica ante mercados externos cuando el coste de otros insumos no puede ser modificado. De ahí que un cambio de paradigma en el uso del agua y, en especial, del agua subterránea sea necesario, sin que ello signifique abandonar el uso de los acuíferos, sino hacer un uso más racional e integrado, a veces de forma diferente a como se realiza actualmente.

La minería del agua subterránea en España ha tenido impactos ecológicos y externalidades importantes, pero apenas hay estudios que los valoren y, en cualquier caso, muchos de ellos se produjeron lenta y progresivamente hace algunas décadas. Por ello, muchos de esos impactos no suelen estar en la mente de los ciudadanos, ni hay una presión para proceder a la recuperación de los daños. Incluso actualmente algunas recuperaciones pueden tener un componente traumático o ser desproporcionadamente costosas. Sin embargo, se trata de opiniones no suficientemente fundamentadas, cuyo afianzamiento requiere un mayor esfuerzo de estudio y análisis.

La minería del agua subterránea no es estrictamente admisible según la Ley de Aguas de 1985 y sus sucesivas modificaciones y adecuaciones a la Directiva Marco del Agua. Pero es un hecho real, con notables implicaciones económicas y sociales y que requiere de un tratamiento y enfoque especial que no se ha abordado aún de modo decidido y que no ha sido objeto de gestión bien fundamentada de las posibles excepciones legales, en especial en lo que respecta a la Directiva Marco del Agua, en función de las circunstancias reales de parte del territorio español, las cuales no se producen o se manifiestan tan intensamente en otras áreas europeas. Aquí se echa en falta una mayor y más decidida actuación de la Administración del agua española, que debe hacerse de forma conjunta con los usuarios y explotadores del agua subterránea, y en el ámbito más estable de una sociedad civil bien informada y con instituciones apropiadas. En este sentido, las asociaciones de aguas subterráneas (CUAS) tienen un papel importante, pero su desarrollo es aún incipiente y en realidad solo se han desarrollado tímidamente en alguna de las áreas con uso intensivo de las aguas subterráneas, y aún más en las que cuentan con minería de reservas. Esto es resultado de una insuficiente conciencia del problema que debe abordar la mayoría de los estamentos e instituciones afectadas.

P.- ¿Qué otras intervenciones de interés tendrán lugar en la jornada sobre “La explotación intensiva de reservas de agua de acuíferos en España: retos y soluciones tecnológicas para su gestión eficiente”?

R.- Las intervenciones son personales y acordes con la especialidad de cada uno de los panelistas invitados. Todos ellos son personas con una larga experiencia, unos en el campo hidrogeológico y de recursos de agua y otros en los aspectos más económicos y sociales, no exclusivamente de las aguas subterráneas, sino también de los recursos de agua en general. Se trata de una visión aportada por un número reducido de expertos, por razones operativas, pero que se espera que representen a una buena proporción de los expertos españoles, e incluso internacionales, en los muy distintos campos y ámbitos en relación con el uso intensivo del agua subterránea. Sean esas opiniones coincidentes o no con el contenido del proyecto MASE, en cualquier caso serán enriquecedoras y complementarias y permitirán apreciar la variable problemática que conlleva el uso intensivo de las aguas subterráneas, teniendo en cuenta que en la realidad existe cierto grado de minería de reservas y que posiblemente va a continuar.

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