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¿Water en las Smart Cities? Empecemos por ahí

Sobre el blog

Mari Feli Fernández García
Arquitecta y doctoranda por la UPM; especialista en ética de la gestión integral de los recursos hídricos. Formada junto al prof. R. Llamas en la RAC ha trabajado en el derecho humano al agua y saneamiento. Ha sido representante de TI-Spain en agua.

En estos últimos años es común leer o escuchar el anglicismo Smart City o Ciudad Inteligente no sólo entre los arquitectos, sino a cualquier especialista técnico. Sin embargo, alejándose de su real significado, en muchos casos el concepto es utilizado como marketing. Una Smart City sería una ciudad que respondería perfectamente a los criterios de sostenibilidad, tanto en los aspectos económicos, sociales como en los ambientales.

Otra de sus características es el uso intensivo de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), puesto que las Smart Cities provienen de las llamadas Ciudades Digitales. Es importante dejar claro que las TIC son un medio (entre otros muchos) para conseguir ese deseado desarrollo metropolitano, no son el fin en sí mismas. La tecnología es un mecanismo más a utilizar según las necesidades, pero ante todo se requiere de técnica para saber trasladar lo que las TIC nos proporcionan. ¿O acaso las ciudades micénicas, griegas, romanas, aztecas,… no eran sostenibles? Mucho deberíamos de copiar de algunos ejemplos que rozaron la perfección.

Tenemos un gran reto lleno de incertidumbres por delante a escala urbana, pues cómo es bien sabido, 3,5 mil millones de personas vive en ciudades. En 2030 el 60% de la población población mundial vivirá en zonas urbanas según datos UN-HABITAT. Es comprensible que salten todas las alarmas y se pretendan ciudades habitables, integradoras, seguras y respetuosas con el Planeta si finalmente se cumplen esas expectativas que no parecen las más adecuadas a nivel medioambiental, cultural, ni social. Sea como sea, es evidente que las ciudades siguen aumentando y se tiene que dar respuesta a las necesidades que surgen. Sin embargo en la gran multitud de congresos de Smart Cities apenas se trata el elemento primordial para formar ciudad: EL AGUA.

Cada ciudad es diferente, y por esta razón cada una ha de buscar lo más adecuado para lograr alcanzar los mejores criterios de sostenibilidad. Bajo esos criterios mucho interesa el agua, pues como he dicho anteriormente, se buscan ciudades limpias y verdes. Sin duda alguna el agua es el bien más preciado en la ciudad y su gestión inteligente se hace indispensable. Pero lo que si parece común a todas es su rápido crecimiento, generalmente desordenado y poco sostenible. Como no podía ser de otra manera, esto está ejerciendo una enorme presión en los suministros de agua y en sus aguas residuales, con los consiguientes problemas en la salud pública. En la actualidad unos 828 millones de personas viven en zonas de precariedad urbana y muchas sin un acceso seguro al agua. En 2010 el 32% de la población en países en vías de desarrollo vivían en zonas con servicios de agua muy deficientes.

En la gran multitud de congresos de Smart Cities apenas se trata el elemento primordial para formar ciudad: EL AGUA

Es importante recordar que tan sólo el 3% de la superficie terrestre está ocupada por ciudades pero éstas conllevan en torno al 60-80% de consumo de energía, y una generación del 75% de gases contaminantes. Así, entre esas Smart Cities surgen otros términos como Green City e incluso Water Smart City. Si el término de Smart City no se hubiera manipulado en favor únicamente de las tecnologías no tendría que buscarse diferente nomenclatura para conceptos con un mismo ADN. Bajo estas premisas, poco a poco vemos la pretensión de querer convertir las ciudades en campos, queriendo buscar espacios casi rurales, pero con varias autopistas al lado de casa. Esto es imposible a la vez que absurdo. En lugar de crear ciudades cada vez más sostenibles estamos creando pequeñas urbanizaciones rodeadas de árboles, muchos de ellos sin ninguna utilidad. “Colorear” de verde una ciudad no la convierte en una ciudad verde, ni sostenible a nivel ambiental. Para aclararnos un poco, lo ecológico ayuda a una vida más natural; lo sostenible es aquello que hace un uso inteligente de los recursos naturales, de manera que contribuye al cuidado de la Naturaleza. Ambos términos son complementarios.

Pero, ¿y qué hay de las Smart Water? Parece evidente que este otro anglicismo toca incorporarlo en la agenda urbana, algo así como ¿agua inteligente? Si, ¿por qué no? Ya en 2013 el Prof. Llamas nos decía cómo con el avance tecnológico se podría consumir este bien tan preciado de forma más eficaz, responsable, mientras se educaba a la ciudadanía y a las instituciones de ello. Desde aquello mucho se ha avanzado a nivel tecnológico, y las empresas y Startups están obteniendo buenos resultados, pero no se logra llegar a la escala metropolitana que es dónde se vería el cambio; un cambio necesario para obtener las condiciones de higiene y salud adecuadas gracias al agua, así como una sostenibilidad medioambiental adecuada.

Hasta ahora se han diseñado las ciudades pensando en su drenaje, lo cual parece sensato, pero bajo esta perspectiva no damos valor al agua como recurso, sino que la manejamos como una molestia. Considero que lo correcto es el tratamiento inteligente del agua como un elemento de integración en la planificación urbana. De esta manera obtendríamos lo que algunos autores designa como Ciudades Inteligentes del Agua o ‘Water Smart Cities’. Ante el actual cambio climático, estas ciudades nos ofrecerían ventajas frente a las inundaciones y sequías gracias a su proyección, pues se combinan zonas de drenaje natural y se introducen soluciones para la retención del agua de lluvia.

En una ciudad en la que el agua es un actor principal integrante, el usuario sería partícipe de la gestión y de la trata de esa agua, lo que generaría la concienciación y educación social de este elemento primario para cualquier ciudad. Pero además, son muchas las oportunidades de negocio e innovación que se abrirían, pues son ciudades integradoras e innovadoras lo que ayudaría al resto de criterios de sostenibilidad, a la vez que haría estas intervenciones urbanas interesantes para gobiernos y gestores que han de ser los necesarios promotores de proyectos de tal envergadura. Boyd Cohen (2012) señala con claridad como el primer paso para la creación de una Smart City es ejercer el liderazgo político creando una visión conjunta con la ciudadanía acerca de la visión de ciudad que se espera alcanzar. Las Smart Water facilitarían la óptima toma de decisiones por parte de las Administraciones, industrias, y usuarios, así como operar de forma más eficiente y con un menor impacto medioambiental al estar todos los agentes de la ciudad conectados entre sí.

En realidad, nada de esto es nuevo, pues son medidas lógicas que tienen siglos de tradición. El problema es que estas medidas de diseño y proyección basadas en la naturaleza del lugar se han dejado a un lado, para centrarse en otros modelos “no urbanos” que en inicio parecen tener un interés económico mayor. A largo plazo vemos que ese descuido por la ciudad y por la arquitectura acarrea consecuencias graves. Una de ellas son las terribles inundaciones que estamos viendo, y que culpabilizamos casi directamente al cambio climático, cuando la mayoría de los edificios inundados están construidos en lugares con riesgo y su arquitectura no es adecuada al lugar y por ende al medioambiente. La inconsciencia humana, incluso en los países ricos me hace reflexionar ¿para qué sirve tanta tecnología sin antes utilizar el medio natural de manera consciente? Por todo esto creo que es importante adaptar la magnitud de las ciudades a su capacidad en recursos hídricos.

Hay miles de personas en todo el mundo trabajando por conseguir esas ciudades verdes y eso da buenas expectativas, pues se evidencia un cambio donde la ética medioambiental será un tema central en las políticas de todos los países. Y teniendo en cuenta que todas las ciudades necesariamente han de ir unidas al agua y situarse en entornos naturales con fácil acceso a ésta, la combinación de soluciones arquitectónicas, las de ingeniería civil, y las TIC, darían con la respuesta que lograra un correcto sistema de planificación urbana con una adecuada gestión integral del agua, en la que ésta llegara a todos los habitantes, por ser ciudades diseñadas con la capacidad adecuada según sus condicionantes hídricos. Yo si veo posible que la conjunción de todos los elementos consiga ciudades verdes, resilientes y circulares. ¿Y tú?